domingo, 10 de enero de 2010

BAUTISMO CON FUEGO


¡Qué rapidos son los ritos y el calendario litúrgico... ! Resulta que Jesús (después llamado de Nazaret) hace tan sólo muy pocos días que nació en Belén, y ya hoy la Iglesia, en la liturgia de este Domingo, nos recuerda que ha sido bautizado. ¡Qué diferencia con los tiempos modernos, donde se bautiza a los niños ya a punto de ir al colegio, cuando se les bautiza...! Realmente, en términos propiamente históricos, a Jesús, le bautizó Juan, cuando ya era incluso mucho mayor en edad que los niños que hoy van al colegio por primera vez. Pero, esta no es la cuestión más importante. Lo esencial es lo que Juan dijo cuando Jesús, en compañía de otros muchos, se acercó a él en la orilla del Jordán: "Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está alguien a quién no conocéis, que os bautizará con fuego y Espíriu Santo". Más o menos, parece ser que eso es lo que dijo. Y lo ya sumamente transcendental, fue lo que, según dicen los evangelistas, sucedió y pudo escucharse entonces, cuando se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma, y una voz vino hasta allí: "Tú eres mi Hijo, el Amado y en Ti me recreo" (Lc, 3, 15-22). Al considerar este pasaje, fuera de todo conocimiento teológico-bíblico por mi parte, esto es, porque yo quiero pensarlo así, o porque quizá no puedo evitarlo (lo que no creo pueda convertirme en ningún hereje), pienso varias cosas. La primera y más importante, es que Jesús, siendo ya Hombre, es decir, en su naturaleza y dimensión estrictamente humana, recibió el fuego del Espiritu y esto fue lo que le hizo, no solo resistir toda clase de tentaciones en el desierto, sino crecer, más y más, tal vez sin ser consciente de su propia divinidad eterna, como puede hacerlo cualquier ser humano que sea bautizado con fuego, más que con simple agua. Y con él, con Fuego, lo hemos sido todos quienes lo hemos sido, mucho más allá del "rito" y de la "fórmula" sacramentales. Porque, dispone el canon 1.167, del vigente CIC, de Juan Pablo II, de 1983, que "En la celebración o administración de los sacramentales, deben observarse diligentemente los ritos y fórmulas aprobados por la autoridad de la Iglesia". Ciertamente, esto se prescribe para los sacramentales, que no son más que, simplemente, otros "signa sacra", como la bendición de un crucifijo, por ejemplo, y respecto a los cuales la norma canónica apenas ha variado de la utilizada por el canon 1.184, 1. del CIC de Benedicto XV, de 1917. ¿Qué otras "formulae" y "auctoritate" no habrán de ser precisas para la administración de los sacramentos, que, teológicamente, son causa instrumental directa de la gracia, produciéndola "ex opere operato", mientras los sacramentales tan sólo la impetran?. En particular, del sacramento del Bautismo, que incorpora a la Iglesia a quien lo recibe y condiciona la recepción de todos los demás. Sería prolijo, y en algún pasaje irritante, me atrevo a decir hasta contrario al Espíritu que recibió Jesús, (me refiero concretamente a lo dispuesto en el cánon 877, 2.) entrar en consideración de las prescripciones -además de la general del canon 846, para todos los sacramentos, referente a los "libros litútgicos"- que para recibir válidamente el bautismo se requieren, a lo largo de nada menos de treinta cánones, del 849 al 878.

Hace tan sólo unos meses, asistí y participé, en nombre de la comunidad cristiana que la recibía, al Bautismo de una joven que pasaba ya de los veinte años. Liturgicamente, "coman il feau", se utilizaron todos los libros, óleos, aguas, paños, velos blancos palabras rituales... que prescribe la ley canónica. Resultado: Ni yo ni ningúno de los miembros de la comunidad que acogió a la bautizada, hemos vuelto a saber nada de ella, lo que es más que indiciario de que, por los motivos que fuese, no ha querido saber nada de todo eso. Ha desaparecido del ámbito en el que se dijo habría de comenzar su andadura cristiana. ¿Estaría dentro de ella el Fuego con el que bautizaba Jesús, según dijo su primo Juan? ¿O acaso ese Fuego ha de nacer, más que del agua y el aceite, del libre y apasionado decrubrimiento de Jesús, que vino a la tierra a predicar el Amor?. Sólo de eso. Hoy Domingo, festividad del Bautismo de Jesús, hemos renovado las Promesas que, en nuestro nombre prestaron otros en nuestro bautismo. Y estoy seguro que es la libre voluntad de aceptar y reiterar esas promesas lo que puede extender el Fuego hasta abrasar el universo mundo, porque a lo que se renuncia no es sólo a Satanás, sino a cuanto el espíritu del mal significa. A la soberbia de creernos superiores a los demás; a la ira, que engendra la violencia; a la ambición del dinero y de las riquezas... Tan sólo con esto, comenzaría a cambiar el mundo, porque, además, esa misma libre voluntad puede prometer la humildad y la mansedumbre, la solidaridad con los que se mueren de hambre y de miseria económica y, sobre todo, la ternura con los afligidos, con los que lloran y arrastran su sufrimiento por muy diversas causas. A esto tiene que conducirnos el Fuego con el que nos bautiza Jesús, que está en medio de nosotros, pero al que no queremos conocer, en la persona de esos pobres desdichados. Y si ese Fuego, con bautismo litúrgico o sin él, llega a apagarse, siempre nos cabe soplar sobre el pequeño rescoldo que, entre las cenizas de nuestra miseria espiritual, sin duda siempre ha de quedar, para que pueda nuevamente levantarse en una llama que se extienda por toda la tierra. ¿Qué importa que en Holanda, el 14% de los niños y jóvenes sean musulmanes, por lo que este país, será el primer pais de Europa que llegará a abrazar en su totalidad la fe islámica? ¿O qué importa que, según parece, en la Comunidad Autónoma de La Rioja, se vayan a suprimir las fiestas cristianas del calendario y a introducir las musulmanas? Nada, ni eso ni muchas cosas más, y mucho peores, pueden inquietarnos. Porque, Él, Jesús de Nazaret, el Cristo, el Mesías, Dios hecho Hombre, camina hacia nosotros sobre las aguas y nos dice: "No temáis, no tengáis miedo... soy Yo". Y os he bautizado con Fuego. Luis Madrigal.-








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