Hoy, es Noche de Reyes, la Noche de la fantasía y de la ilusión para los niños -¿quién no ha sido niño alguna vez?- y para los ya no tan niños, para quienes nos hallamos casi en la segunda infancia. Es Noche de regalos, grandes o pequeños, más bien esto último muy en general, pero la magnitud del regalo no cuenta, ni excluye la ilusión. Es la noche en la que debe dejarse, por si acaso, el zapato, o la zapatilla, a la entrada del dormitorio, para que los Reyes Magos depositen a su lado el regalo... También es la Noche, y mañana lo será el día, con la que concluyen "las fiestas", estas fiestas tan sumamente paganas, quizá más que ningunas otras, lo que debe hacer las delicias de la izquiera socialista y comunista, que en España participa también a rabiar de estas celebraciones, sin que puedan ni quieran saber de qué y por qué. Ya, en su día, respecto a la Semana Santa, que es el otro gran polo de atracción en cuanto a festivales sociales se refiere, el señor Alcalde comunista de Córdoba, a la sazón don Julio Anguita, justificó (yo le oí decirlo por la TV), para explicar sin contradicciones lógicas la participación de estas gentes ateas, que, para los andaluces (en la "Tierra de María Santisima", debió haber dicho) María no era para el pueblo sino una "diosa pagana", que les movía al jaleo. Ya se sabe, "jaleo, venga jaleo". Así que, por favor, nadie me hable de "cabalgatas", grandes almacenes y mucho menos aún de esas payasadas, como la que acabo de presenciar en una emisora impía de TV, en la que unos harapientos, zafios y vulgares, disfrazados de "Reyes Magos", se acercaban a dejar sus regalos a una serie de señoritas medio vestidas que les esperaban. ¡Qué le vamos a hacer! ¡Allá ellos y ellas! Allá quiénes los dirigen y allá quiénes los ven. Desde luego, todos ellos, en la sociedad civil propia del Estado liberal de Derecho, tienen todo el del mundo (con minúscula, el derecho subjetivo, quiero decir) a hacer lo que les plazca, y a dar a su vida el sentido que prefieran o más les convenza y satisfaga. No faltaba más.
Pero, muy por encima de todas estas frivolidades paganas, lo que la Fiesta de esta Noche, y la de mañana, significa es otra cosa muy distinta. Naturalmente, se trata de una fiesta religiosa, al menos en su origen, y siempre lo será para quienes queramos que lo sea, que lo siga siendo. Lo que esta Noche y mañana celebramos es la festividad de la Epifanía. La palabra tiene su origen en el griego, "epi-faneia", y significa "manifestación". Es la primera manifestación de Dios, hecho hombre, al mundo pagano -tras haberlo hecho al pueblo elegido, por medio de unos simples Pastores- en la figura de aquellos "magos", de quienes habla el evangelista San Mateo, en el capítulo 2, versículos 1 al 12 de su Evangelio. Pero el episodio viene de mucho antes y de mucho más lejos. Cuando Herodes, inquieto ante la afirmación de aquellos "magos" de haber visto en el Oriente la estrella del rey de los judíos, pregunta a los príncipes de los sacerdotes dónde había de nacer el Mesías, ellos contestaron: "En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta" (Mt 2, 5). Este profeta es el profeta Miqueas, que anunció la palabra de Dios entre los años 756 a 697 a.C.) En el texto de Miqueas, libre de todo retoque ni cambio de sentido, pudo y puede leerse literalmente: "Mas tú, Belén Efrata ("Efrata" era un clan establecido en la región), aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad desde los días de antaño" (Miq 5, 1). Sin embargo, el evangelista Mateo dice: "Y tú, Belen, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña..." (Mt 2, 6). ¿En que quedamos?. ¿Era grande o pequeña, Belén de Judá?. La negación de la pequeñez de Belén por parte de San Mateo, frente al "aunque eres la menor" de Miqueas, magnifica y causaliza la misma explicación: "No eres la más pequeña, porque..." La inmensa mayoría de los escrituristas considera que el pasaje profético es ciertamente mesiánico. Miqueas, consuela a su pueblo, frente a la amenaza de Asiria, con la promesa de un futuro Libertador, descendiente de David. El evangelista San Mateo, dice en su texto que "llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos...", pero no dice cuántos eran, ni cuáles eran sus nombres, ni de qué parte del Oriente procedían. En las fuentes epigráficas cristianas, se respresenta a dos, tres o cuatro y hasta ocho. Las tradiciones orales sirias y armenias llegan incluso a doce, en cuanto al número de los "magos". Menos aún podemos conocer sus nombres. Los de Melchor, Gaspar y Baltasar que nosotros les hemos atribuído, no aparecen sino hasta el siglo IX en un manuscrito anónimo, pese a que éste pudiera tener como fundamento otro parisino de finales del siglo VII, que los llama Melichior, Guthaspa y Bithisarea Y mucho menos aún puede sostenerse el carácter de "reyes", para lo cual, muy posiblemente, el único fundamento, muy abstracto por cierto, pueda residir en el Salmo 72, 10-11: "Los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo. Los reyes de Sabá y de Seba todos pagarán impuestos; ante él se postrarán los reyes, le servirán todas las naciones." En cuanto al lugar de procedencia, se le ha situado en puntos muy dispersos y lejanos entre sí, de Persia, de Babilonia o de Arabia y hasta en lugares como Egipto y Etiopía. Los estudiosos se inclinan por el origen persa, dado que los magos de Persia no guardan relación alguna ni con los prestidigitadores egipcios ni con los astrólogos caldeos, lo cual sitúa a los "magos" que adoraron a Jesús entre los seguidores de los libros sagrados del mazdeísmo y discípulos de Zaratustra, sabedores, por tanto, de la cautividad en Babilonia del pueblo judío y conocedores de la Escritura, participando de algún modo en la esperanza de un Mesías.
Bien, pues casi todo lo antecedentemente dicho, sobra. Y sobra, por la razón fundamental de que lo que parece indiscutible es que la Epifanía era ya un hecho muy anterior al del Nacimiento de Cristo. Y, por tal motivo, si esencialmente eterno es el que se manifiesta, lo que ha de tener valor también eterno para nosotros, a quienes se nos manifiesta, es lo manifestado. Y esto tan sólo puede ser -siguiendo precisamente el mazdeísmo de Zaratustra- el triunfo final y definitivo del principio eterno del Bien (Ahura Mazdah) frente al principio del Mal (Angra Mainyu), que es lo aquel Niño de Belén vino a manifestar a toda la Humanidad. Yo, no soy la Humanidad, pobre de mí. Sólo soy una brizna infinitesimal e insignificante de Ella, pero es precisamente a mí, a quien hoy se manifiesta aquel Niño de Belén. Y soy yo quién ha de ser consecuente. La pregunta que tengo que hacerme es muy sencilla. La respuesta está tan pronta como lo está el espíritu... Es la carne, en sus múltiples y miserables manifestaciones, la que siempre es débil. Feliz Epifanía, hermanos. Luis Madrigal.-
Arriba, la "Adoración de los Magos", del pintor español Juan Bautista Maíno. Prado (Madrid)
Pero, muy por encima de todas estas frivolidades paganas, lo que la Fiesta de esta Noche, y la de mañana, significa es otra cosa muy distinta. Naturalmente, se trata de una fiesta religiosa, al menos en su origen, y siempre lo será para quienes queramos que lo sea, que lo siga siendo. Lo que esta Noche y mañana celebramos es la festividad de la Epifanía. La palabra tiene su origen en el griego, "epi-faneia", y significa "manifestación". Es la primera manifestación de Dios, hecho hombre, al mundo pagano -tras haberlo hecho al pueblo elegido, por medio de unos simples Pastores- en la figura de aquellos "magos", de quienes habla el evangelista San Mateo, en el capítulo 2, versículos 1 al 12 de su Evangelio. Pero el episodio viene de mucho antes y de mucho más lejos. Cuando Herodes, inquieto ante la afirmación de aquellos "magos" de haber visto en el Oriente la estrella del rey de los judíos, pregunta a los príncipes de los sacerdotes dónde había de nacer el Mesías, ellos contestaron: "En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta" (Mt 2, 5). Este profeta es el profeta Miqueas, que anunció la palabra de Dios entre los años 756 a 697 a.C.) En el texto de Miqueas, libre de todo retoque ni cambio de sentido, pudo y puede leerse literalmente: "Mas tú, Belén Efrata ("Efrata" era un clan establecido en la región), aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad desde los días de antaño" (Miq 5, 1). Sin embargo, el evangelista Mateo dice: "Y tú, Belen, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña..." (Mt 2, 6). ¿En que quedamos?. ¿Era grande o pequeña, Belén de Judá?. La negación de la pequeñez de Belén por parte de San Mateo, frente al "aunque eres la menor" de Miqueas, magnifica y causaliza la misma explicación: "No eres la más pequeña, porque..." La inmensa mayoría de los escrituristas considera que el pasaje profético es ciertamente mesiánico. Miqueas, consuela a su pueblo, frente a la amenaza de Asiria, con la promesa de un futuro Libertador, descendiente de David. El evangelista San Mateo, dice en su texto que "llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos...", pero no dice cuántos eran, ni cuáles eran sus nombres, ni de qué parte del Oriente procedían. En las fuentes epigráficas cristianas, se respresenta a dos, tres o cuatro y hasta ocho. Las tradiciones orales sirias y armenias llegan incluso a doce, en cuanto al número de los "magos". Menos aún podemos conocer sus nombres. Los de Melchor, Gaspar y Baltasar que nosotros les hemos atribuído, no aparecen sino hasta el siglo IX en un manuscrito anónimo, pese a que éste pudiera tener como fundamento otro parisino de finales del siglo VII, que los llama Melichior, Guthaspa y Bithisarea Y mucho menos aún puede sostenerse el carácter de "reyes", para lo cual, muy posiblemente, el único fundamento, muy abstracto por cierto, pueda residir en el Salmo 72, 10-11: "Los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo. Los reyes de Sabá y de Seba todos pagarán impuestos; ante él se postrarán los reyes, le servirán todas las naciones." En cuanto al lugar de procedencia, se le ha situado en puntos muy dispersos y lejanos entre sí, de Persia, de Babilonia o de Arabia y hasta en lugares como Egipto y Etiopía. Los estudiosos se inclinan por el origen persa, dado que los magos de Persia no guardan relación alguna ni con los prestidigitadores egipcios ni con los astrólogos caldeos, lo cual sitúa a los "magos" que adoraron a Jesús entre los seguidores de los libros sagrados del mazdeísmo y discípulos de Zaratustra, sabedores, por tanto, de la cautividad en Babilonia del pueblo judío y conocedores de la Escritura, participando de algún modo en la esperanza de un Mesías.
Bien, pues casi todo lo antecedentemente dicho, sobra. Y sobra, por la razón fundamental de que lo que parece indiscutible es que la Epifanía era ya un hecho muy anterior al del Nacimiento de Cristo. Y, por tal motivo, si esencialmente eterno es el que se manifiesta, lo que ha de tener valor también eterno para nosotros, a quienes se nos manifiesta, es lo manifestado. Y esto tan sólo puede ser -siguiendo precisamente el mazdeísmo de Zaratustra- el triunfo final y definitivo del principio eterno del Bien (Ahura Mazdah) frente al principio del Mal (Angra Mainyu), que es lo aquel Niño de Belén vino a manifestar a toda la Humanidad. Yo, no soy la Humanidad, pobre de mí. Sólo soy una brizna infinitesimal e insignificante de Ella, pero es precisamente a mí, a quien hoy se manifiesta aquel Niño de Belén. Y soy yo quién ha de ser consecuente. La pregunta que tengo que hacerme es muy sencilla. La respuesta está tan pronta como lo está el espíritu... Es la carne, en sus múltiples y miserables manifestaciones, la que siempre es débil. Feliz Epifanía, hermanos. Luis Madrigal.-
Arriba, la "Adoración de los Magos", del pintor español Juan Bautista Maíno. Prado (Madrid)
4 comentarios:
Es la carne y es la vida...
Un gusto leerte, LUis.
Abrazos.
Alicia
¡Uf! Me siento incapaz de contestar esta pregunta. Desde luego la carne es la causa de nuestras tentaciones y desdichas, pero... Contéstanos tú.
Un saludo.
Querido D. Luis, o mejor dicho, querido Luis (valga la familiaridad por el paisaje aunque no por el paisanaje): Me ha gustado mucho tu entrada que comparto y añado:
“Te verán los reyes y se pondrán en pié.
Los príncipes de la tierra se inclinarán.
Pues yo te he elegido
Como alianza ante las naciones.”
Te sigo.
Alicia, en cierto modo tienes razón, pero la carne forma parte de la propia vida, está unida a ella, no cabe la conjunción copulativa "y", según me parece. Por ello, creo yo, no puede entenderse tampoco la vida sin el espíritu y la dimensión de éste no ha de ser otra sino la de alcanzar el bien, la justicia, que consiste "en dar a cada uno lo suyo" y, sobre todo, en prodigar el amor, la compañía, la ternura, como tú haces siempre. En ti, no sólo está siempre pronto el espíritu, sino que tu carne no es débil, sino muy fuerte. Que Dios te bendiga.
Mercedes, no hay una sóla "carne". Hay muchas "carnes". Sin duda, se ha insistido demasiado en aquello de "la concupiscencia de la carne", pero por concupiscencia no cabe entender otra cosa sino el egoísmo y, en su grado extremo, el odio, que es la antítesis del amor. Entiendo sin embargo que, entre las muy diversas clases posibles de amor, hay dos esenciales, y tan sólo una de ellas es válida, el amor "de benevolencia", consistente en dar sin esperar nada a cambio. No sirve, por tanto a mi juicio el amor "de concupiscencia", que es la otra especie, propia de aquel que siempre espera algo de la persona a quien ama. Por ello, considero, aunque parezca una posición "crítica" o progresista, que aquella vieja y discutible prohibición (predicada indiscriminadamente ) que se dice contenida en el Sexto Mandamiento, no es la única "concupiscencia", ni menos aún puede ser llamada "de la carne". Por eso, por lo que inicialmente he dicho, porque hay muchas carnes, y no se pueden colgar todas "en el mismo gancho", sino tan sólo las que fomentan el egoísmo y el odio. Perdón por extenderme tanto. Un cordial saludo, Mercedes.
Man, estamos por completo de acuerdo. A lo que tú añades, se podrían añadir aún muchos textos más. No es necesario, creo yo. Lo que me ha gustado mucho es tu ingenuo pero bellísimo cuento acerca de quiénes son los Reyes Magos. Yo también te sigo, como a Mercedes y a Alicia, desde hace ya algún tiempo.
Un abrazo a todos. Luis Madrigal.-
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