Lo derribaron un mal día, acaso, o muy probablemente, sin pensar ni un segundo que iban a derribar una obra arquitectónica de notable valor artistico, aparte del funcional y del más riguroso sabor académico, con muchas de sus aulas en rampa y escaleras, al viejo estilo universitario. Con un Patio espléndido, donde generaciones de estudiantes pasearon y corrieron, según la edad y las diversas épocas a las que se extendió su funcionamiento. Aquel noble edificio, era obra del gran Arquitecto gallego Antonio Palacios Ramilo, figura importante de la Arquitectura del siglo XIX. Palacios, que nació en Porriño, Ponteverdra, en 1874, estudió Arquitectura en Madrid, ciudad que le debe singulares edificos. Entre ellos, nada menos que el que durante tantos años fue Palacio de Comunicaciones, en la Plaza de Cibeles, hoy sede de la Alcaldía de Madrid; el edificio del Círculo de Bellas Artes, en la calle de Alcalá; el propio Instituto Cervantes y, para no alargar la relación, el Hospital de Jornaleros de Maudes. Cualquiera que deseee contrastar los rasgos de todos estos edificios encontrará similitudes y rasgos comunes con los de aquel viejo Instituto, en el que yo tuve el honor y la fortuna de cruzar sus puertas siete Octubres seguidos, para cursar los estudios de Bachillerato del viejo Plan de 1938, sin duda el mejor de cuantos ha podido haber en España, y Dios me libre de ninguna pasión, y menos aún de ninguna soberbia.
No soy tan viejo como la primera del las fotografías que ilustran esta entrada pudiese hacer pensar o parecer. El periodo durante el que fui alumno de aquel entrañable Instituto, se identifica mucho más con la segunda de las fotografías, de los años 50, en la que puede apreciarse su silueta, al fondo a la izquierda, en la Plaza leonesa de Santo Domingo. Aquel Instituto de León, tenía grabada en su frontispicio esta indicación: "Instituto General y Técnico". Pero, cuando yo acudí a él, tenía otro nombre, aunque un poco largo. Se llamaba: "Instituto Nacional Masculino de Enseñanza Media, 'Padre Isla', de León". Desde luego, no me he tomado la molestia de investigar la fecha de su construcción ni la del comienzo y tipo de sus actividades docentes, porque, para mí, esto es lo de menos. Me limito hoy a recordarlo con añoranza y con nostalgia, pensando en los felices días de la juventud. Recuerdo con afecto y gratitud a casi todos los Profesores que tuve en aquellos días, y los hubo excelentes, pero sobre todo quiero pensar en uno de ellos, a quién desde luego yo no pude entender entonces pero le he entendido perfectamente ahora. Era el Profesor de Filosofía, Don Vicente Losada, a quien los estudiantes llamabamos "el Jefe", por ser al mismo tiempo Jefe de Estudios. Aquel hombre, no sólamente explicaba -y muy bien- Filosofía; además y sobre todo, trataba de enseñar a vivir. Ya dice Ortega, que es falso el repetido dicho "primero vivir, luego filosofar". Es falso, porque no se filosofa para vivir, sino porque se vive. Lástima que, en aquellas edades haya cosas tan importantes (¿y qué puede ser más importante que vivir?) que no se pueden aprender simultáneamente al paso de quienes tratan de inculcarlas, pero no por ello estos apóstoles de la verdad pierden el tiempo, porque un día, cuando ya han pasdo los años, ellas mismas se revelan como verdades auténticas y como las únicas que es preciso tener siempre presentes.
¡Cuántas veces, por otra parte, me he preguntado qué habrá sido de mis condiscípulos durante aquellos siete años! Muchos de ellos vivirán aún, sin duda. Hasta, a un pequeño número, he podido detectarlos a través de este medio universal de Iternet, y desde luego me siento orgulloso de lo que han sido capaces de hacer, por lo que he podido saber de ellos. Pero, en general, los recuerdo con cariño a todos y, en este sincero y entrañable recuerdo, quisiera publicar aquí, ahora mismo, "la lista" de los Cursos 5º y 6º, que una vez, hace ya años, pude fijar en un simple papel, con la inestimable ayuda de la memoria, esa excelente facultad de la mente que no es precisamente, como se decía entonces, "la inteligencia de los burros", pese a que pueda serlo en mi caso. Esta era la lista -incluido yo mismo- y por el mismo orden que cada Profesor la leía al comienzo de cada clase. Es lo único que puedo hacer, aunque no sea nada, pero a todos los que en ella figuran saludo y abrazo desde aquí en el alegre recuerdo de entonces. ¡Ojalá, alguno de ellos pueda contestarme!:
1. Demetrio Solís Muschketov
2. Luis Madrigal Tascón
3. Félix Pérez Aláez
4. Mariano Tovar Hernández
5. Francisco García Gutierrez
6. David Ordoñez Escudero
7. Juan Antonio Álvarez Álvarez
8. Juan Antonio de Rueda García-Tuñón
9. Tomás González Martín
10. José María Pérez Vicente
11. Demetrio Gómez Mier
12. Enrique Gómez Palmero (+)
13. Sebastián Herrero Barrientos
14. Eliseo del Río García
15. Bernardo-Ángel Montiel Rodriguez
16. Benito Fidalgo Llamazares
17. Francisco González Argüeso
18. Fernando Ibáñez Fernández
19. Agustín Puente Alonso
20. Laudino Martinez Andrés
21. Luis Ferrero Álvarez
22. José Luis Chamorro Cuesta
23. Vicente García Alonso
24. Gabino González Gutierrez
25. Eusebio Magaz Rodriguez
26. Jesús Fernández García
27. Gustavo García Sampedro
28. Pedro Sánchez García
29. Ceferino Carpintero Díez
30. Clemente Rodriguez Curieses
31. Domingo Fernández Calleja
32. Mariano Martinez Pérez
33. José María Carpintero García
34. Manuel Fanego Mansilla
35. Jerónimo Martínez Díez
36. Álvaro Badiola de Paz
37. Manuel Ortiz Durán
Un entrañable abrazo, queridos compañeros. Luis Madrigal.-
1 comentario:
Luis, que bonita y emotiva entrada. Me ha encantado el noble recuerdo de tu Instituto que además era una auténtica joya de la arquitectura modernista.
Efectivamente se encuentra un gran parecido en los trazos y en la mano del arquitecto con los edificios que nombras. Lástima que se haya derribado porque en él se acumulaba mucho arte tanto en el continente como en los contenidos.
Me encantaría que tuvieses muchas entradas de aquellos compañeros. Yo, sin serlo, me unos a ti en tus recuerdos y en un sincero abrazo
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