Aún recuerdo aquellos lejanos tiempos en los que, si alguien cerraba una puerta propiciando al hacerlo un golpe brusco y ruidoso -un "portazo"- los demás le corregían, bajo apercibimiento de un terrible mal, con directa repercusión en la factura del consumo eléctrico:
- ¡Oye... que corre el contador...!
El contador de energía eléctrica o, más familiarmente, el "contador de la luz". Aquellos contadores de color negro, atornillados a la pared, dentro de los cuales giraba una especie de disco, signo evidente de que se estaba efectuando algún consumo.
Si el contador se encontraba situado justamente al lado de la puerta de acceso a la Vivienda, desde la calle, como sucedía en mi cada de León, durante mi infancia, entonces resultaba sumamente peligroso dar "un portazo". Sin conexión de ningún aparato eléctrico en aquel momento, ni tan siquiera una simple bombilla, aquel maldito disco comenzaba a girar como si, de repente, se hubiese vuelto loco, amenazando con la ruina económica familiar. Por eso, aquel grito, sonaba como un interdicto, aunque, una vez dado el portazo, ya no había remedio. El disco se ponía frenéticamente en movimiento. En realidad, en aquellos tiempos de pobreza, tras la Guerra civil española, mil veces peores que esto que ahora llaman "la crisis", los deprimidos y exiguos bolsillos de los españoles, solían en alguna ocasión defenderse de aquella ruina del contador, al propiciar portazos, utilizando un genial artificio, puro invento español, nada de tecnología alemana. Se introducía, aprovechando una ligera ranura, en el ensamblaje de algunas de las piezas de aquellos viejos contadores, una especie de fina lengüeta de plástico (entonces se decía de "plexiglas") que justamente iba a encontrarse con el disco, chocando con él y deteniendo en seco su movimiento. La lengüeta, a su vez, estaba dotada de una cuerda, que caía hasta poder ser alcanzaba cómodamente con la mano. Si aparecía de improviso algún Inspector de la Compañía eléctrica, antes de abrir, se tiraba de la cuerda, y listo. Allí, no había pasado nada. Más limpio, imposible.
En mi humilde casa, jamás aprobaron ni utilizaron mis padres aquel procedimiento, porque, sobre todo mi padre, tenía un alto concepto de la ley y sentía hacia ella un hondo respeto, que supo inculcarme y que tanto le agradezco. Quizá mi madre, sí "colaboró" en alguna ocasión con ciertos "ingenieros" que dominaban a la perfección este tipo de invento. Pero, en otra casa, que yo frecuentaba con asiduidad, unos estudiantes de Veterinaria -Mariano, se llamaba uno de ellos, el que había sido allí el promotor y "director técnico" en el uso de la lengüeta para contadores- habían diseñado y quintaesenciado aquel magnífico invento. Como solían estudiar de noche y hasta altas horas de la madrugada, bien la materia de estudio girase en torno al carbunco bacteridiano, al sintomático, o a la peste porcina...¡hala...! Una vez que mal-cenaban -y más bien poco- y tomaban después lo que entonces optimistamente se llamaba "café", que no era otra cosa sino pura achicoria teñida, pues eso... a introducir la lengüeta en el contador, deteniendo su cruel movimiento. Pero, me contaron que, en cierta ocasión, se les había olvidado tirar de la cuerda, para sacar la lengüeta, y como todos tenían mucho sueño, tras haber velado toda la noche con el carbunco y la peste porcina, se quedaron dormidos hasta cerca del medio día. Allá, por esa hora, llegó el "Cobrador de la luz", es decir el empleado de la Compañía electrica que portaba los recibos, para que estos fuesen satisfechos en el domicilio, y contempló con sus propios ojos el procedimiento defraudatorio, informando puntualmente a la Compañía sobre el particular. Los estudiantes, salieron pitando hacia sus respectivos pueblos, casi todos de la Provincia de Salamanca, sin olvidar llevarse en sus maletas de madera el excelente embutido y jamón de Guijuelo, o de Alba de Tormes, que les enviaban sus madres, a fin de que no se muriesen de hambre. Pero, la dueña de la casa en la que se albergaban, hubo de afrontar un serio problema. ¡Menos mal que, en aquellos tiempos, en el Código penal no se había tipificado aún figura delictiva alguna que pudiese acoger en su ámbito aquel sublime invento. Y no pasó nada. Porque es bien sabido que todo hecho, para que pueda ser delito, ha de ser típico, además de antisocial y contrario a la ley. A lo sumo, quizá alguna ligera sanción económica. Muy ligera desde luego, porque en otro caso nadie hubiera podido pagarla. En aquella España del General Franco, la España de la Dictadura, el pueblo llano, y el menos llano también, apenas si tenían nada. La inflación no solo era de precios, sino fundamentalemente de productos. No había nada, o casi nada, salvo necesidades de todo y, sobre todo, hambre. Aprovecho esta oportunidad para, desde lo más hondo de mi corazón, dar las gracias a nuestro querido Hermano Portugal y a nuestra querida Hermana, la República Argentina, que fueron los únicos en todo el mundo que no nos abandonaron, cuando la ONU nos apartó del Planeta, como a unos apestados, y nos socorrieron en la medida de sus posibilidades -Portugal lo que pudo, Argentina amplia y generosamente (gracias, General Perón, gracias mamá Evita)- y estuvieron moralmente a nuestro lado, frente a aquel copo diplomático internacional.
En aquella España pobre, ciertamente, se podía "robar", o defraudar en estas pequeñas cosas. Tal vez, porque el mismo Santo Tomás de Aquino, justifica en el orden moral el hurto famélico. O quizá porque los Ministros y los políticos de entonces, incluso el propio Dictador, aunque dicen y puede que sea cierto, no tanto sus familiares más cercanos, no robaban lo que ahora roban los de "la Democracia". Los Ministros y los Diputados; los Alcaldes y los Concejales; los Sindicatos y los Jerifaltes sindicalistas. Esto último, sí que es robar y defraudar. Como dijo don Juan Guerra, el hermano de "Minmano", "tó pál pueblo". Pero se equivocaba, el pueblo eran él y "Sunmano". Ahora, ya no se utilizan las "lengüetas de plexiglas" atadas con una cuerda. Ahora, se roba a lo grande y los Ministros, ya no se enriquecen con el estraperlo, sino que se llevan el dinero crudo, en billetes de banco, como hizo el "Ingeniero" Roldán, metiéndolo en sacas de Correos con una pala. Siempre se dijo que, en las dictaduras, estas cosas tan feas nunca llegan a saberse, y es posible que fuese cierto. En cambio, ahora con "la democracia", se saben todas, puntualmente y con todo lujo de detalles, pero es lo mismo que si no se supiese nada. Para eso están los Tribunales de Justicia, especialmente el Tribunal Constitucional, escrupulosamente controlado por los políticos que ganan las elecciones, en listas cerradas, y que "elije" el pueblo. Para evitar que verdaderamente puedan saberse.
Estaba yo ayer pensando en estas cosas, cuando a alguien cerca de mí -era una tarde de viento- se le escapó una puerta y sonó un estruendoso portazo. De manera inconsciente, vino a mi mente el recuerdo de la infancia:
- ¡Que corre el contador...!
Me sorprendí a mí mismo al escucharme estas palabras, e inmediatamente escuché otras:
- Efectivamente, corre. Y hoy... va a ganar.
Recordé entonces que efectivamente, se disputaba la 18ª Etapa del "Tour de France", entre Pinerolo, en suelo italiano, y la cumbre del gigantesco Galivier. Me acomodé plácidamente en un sofá, que es siempre el mejor sitio, si no para practicar ningún deporte, sí para verlos todos, mucho mejor que "in situ". ¡No podía correr el contador... ya no hay contadores! Pero, corría "el" Contador, nuestro ciclista patrio, de Pinto, Provincia y Comunidad Autónoma de Madrid. Un vecino, prácticamente, un madrileño, al igual que mis cuatro hijos y también mis ya cuatro nietecitos. Y me dije, tengo que ver ganar a Alberto, porque hoy es su día. Ha ganado consecutivamente los tres últimos "Toures" de Francia, y este año ha perdido tiempo, pero hoy lo recuperará con creces. Pero, no. El Contador, no corrió apenas. Se encontraba más bien cerca de Valdemoro que de Pinto. Sin duda, porque debió ponerle, entre los radios de su bicicleta, una "lengüeta de plexiglas" algún francés, de los muchos que le silbaron en la presentación y de los que, durante toda la Carrera han estado pidiendo que se retirase: "Que corra, pero que no gane", suplicaban al fin. En Francia, todos los ciclistas extranjeros que ganan el Tour, se dopan. Todos. Los únicos que no se dopan son los ciclistas franceses. Debe ser por eso por lo que hace siglos que no gana un francés, ni en Francia ni fuera de ella. Alberto, aunque ayer no corrió, ni ganó, venía de vencer en el último Giro de Italia y eso pesa, porque "el doblete", Tour y Giro en el mismo año, no es nada fácil. Hoy mismo -acabo de apagar el televisor, pero con un buen sabor de boca- tampoco ha gando, en la 19ª Etapa, entre Modane Valfréjus y Alpe-d´Huez, ese bellísimo paraíso de los Alpes franceses. Los Alpes, aunque sean franceses, no los hicieron los franceses, gracias a Dios. Son obra suya, del Supremo hacedor, no de los franceses. ¡No ha ganado Alberto, no, pero vaya si ha corrido! Hoy, se ha encontrado no más cerca de Pinto, sino en medio de su propio pueblo, porque así lo proclama una pancarta al iniciarse la subida a Alpe-d´Huez. Y si no ha ganado -como dicen los periodistas deportivos- "en la mítica cumbre", ha sido porque, según mi desautorizado criterio (no entiendo nada de ciclismo) lo ha impedido otro español, Samuel Sánchez, que tampoco es un cualquiera sino el actual Campeón Olímpico de Ciclismo. "Samu", no quiero pensar que por correr en un equipo extranjero, aunque posiblemente no financiado por la ETA, (eso no quiero pensarlo, porque Samuel es asturiano, nacido en Oviedo), en lugar de dejar al franchute chupón, que se pegó a su rueda, cuando ambos marchaban cerca de 30 segundos después de Alberto, que había hecho un esfuerzo titánico desde el km. 90 de carrera, lo ha subido hasta casi la cumbre y, al final, ni Alberto, ni el propio Samuel, han podido evitar que el franchute, fresco, como casi todos ellos, se les colase para ganar la Etapa. Este ciclista "chupón" francés, al parecer, se llama Pierre Rolland, y no llegará muy lejos en lo sucesivo, una vez sabida su "estrategia". Bueno. A pesar de todo, enhorabuena, felicidades, queridos enemigos franceses. Estáis tardando mucho en que pueda hablarse de vosotros, incluso dentro de la misma Francia, pero algo es algo, aunque no hay que olvidarse que si hoy ha ganado un francés ha sido gracias a un español. A otro español. Sin embargo, este año tampoco va a ganar vuestro "Tour" ningún francés, porque el hasta hoy lider, Thomas Voeckler (quizá ha llegado tan lejos por tener nombre alemán), y por eso me resulta a mi simpático, se encuentra ya el 4º de la General, a +2 minutos, 10 segundos del actual lider, el luxemburgués Andy Schleck, un tipo que junto con su hermanísimo mayor, Frank, podría ser un espagueti, en lugar de ser ciclista. Me caen bastante mal estos hermanitos, porque me parecen bastante chulos. Por eso, pese a que ahora es el 3º, a tan sólo + 57 segundos, y que resulta a mi juicio de estilo demasiado antiestético, prefiero que gane este "Tour" un australiano, Cadel Evans, pese a ser también bastante "chupón" y correr siempre a la contra y agazapado. Pero, en las dos últimas jornadas ha sido valiente y ha dado la cara. Por ello, no tengo ninguna duda de que en la etapa de mañana, Grenoble-Grenoble, de 42,5 kms, en su especialidad contra el reloj, se vestirá de amarillo. Y así hasta París. Sobre todo, que no gane ningún francés, aunque este año no haya corrido demasiado el Contador. Pero volverá, volverá, no sólo a correr, como ya lo ha hecho hoy, sino a ganar. Los españoles, como nuestros hermanos argentinos, somos muy dados a elevar a alguien a los altares, para después dejarlo caer de golpe, al primer fallo. Lo digo por lo de Messi, tras la Copa de América de Futbol. ¡Qué pueblos los nuestros...! No siempre se puede ganar. Pero tanto Leonel Messi como Alberto Contador, en sus respectivos deportes, en este momento, son los mejores del mundo. Tenemos que ir cambiando nuestro temperamento, para convertirlo en un verdadero carácter. Luis Madrigal.-
Alberto Contador, tres veces vencedor del Tour de France
y el mejor ciclista del mundo en este momento
Alberto, hace flamear la Bandera de España
en los Champs Elysées, de París,
con ocasión de una de sus tres victorias
Alberto Contador, vencedor del último y reciente
Giro de Italia
Alberto, luciendo la maglia rosa
en uno de los dos Giros de Italia en los que venció. En la ocasión en el Equipo Astana
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