En el frontispicio de este humilde Blog, podría verse, conforme a las últimas y eternas tendencias materialistas -las de los intereses mercantiles y monetarios- la bandera de la Unión Europea, de la que España forma parte. Pero, yo siempre he pensado que España no es “europea”. España, es hispánica. Y por ello las que pueden verse, permanentemente, son las banderas de todas las naciones de América a las que se extiende el mundo hispánico:” Unidos por la Lengua y por la Cultura”, es el lema que elegí, hace ya tiempo, para expresar mis sentimientos más hondos hacia todas y cada una de esas naciones hermanas. A todas ellas quiero como a mi propia Patria, por ser hijas de ella y, en consecuencia, hermanas. Desde la más pequeña, a la más grande; desde la más rica a la más pobre. Para una madre, todos sus hijos son siempre iguales. Desde luego, yo no soy ninguna madre, y menos la Madre España. Tan sólo soy un humilde español, y tal vez por eso, porque cada persona es un mundo interior de sensaciones, de formas de ver el exterior, de representaciones y recuerdos y por último, en una cierta dosis, de simple misterio, hay dos de estas naciones que ocupan un lugar muy singular en mi corazón. Una -ya lo he dicho muchas veces en este humilde Blog- es la Argentina. La otra, es Méjico. Si por razones puramente materiales fuera, tendría que restringir mi afecto tan sólo a la primera de ellas, que nos tendió la mano con generosidad, en los años de mi niñez, cuando los españoles de entonces luchaban por librarse de los horrores de una guerra fratricida, entre el dolor y la miseria. En aquellos días, tan sólo la Argentina y, en la medida de sus posibilidades el vecino y hermano Portugal, nos arroparon y estuvieron a nuestro lado. Méjico, no. Su Gobierno rompió las relaciones diplomáticas con el Dictador, General Franco, y acogió a los miembros del Gobierno de la II República Española, y al propio Gobierno “en el exilio”. Aquello fue una cosa bien triste, pero fue una cosa entre los Gobiernos, no entre los pueblos de Méjico y España, que siguieron manteniendo intactos sus vínculos de toda índole. Muchos españoles, los que ya se habían ido antes, y otros después, arribaron a Méjico, donde se casaron y se quedaron para siempre. Sus nietos y biznietos, sin duda también sus tataranietos, son ahora aquellos españoles que no pudieron nacer en España y, aunque lo hicieron en el territorio de la gran nación azteca, son y seguirán siendo “los españoles del otro lado del Mar”. Uno de ellos, un hermano de mi madre, Teodoro Tascón, emigró desde la montaña leonesa y allí hizo su vida. Desde allí, en su frecuentes cartas, me inculcó e infundió con ahínco el amor que, desde niño y a lo largo de toda mi vida, también yo he sentido por Méjico. Por México.
Bellas muchachas mexicanas, lucen el traje regional de Oaxaca
Tal vez, es la primera y posiblemente la última vez que voy a escribir México, con “x”, en lugar de Méjico, con “j”. Lo haré, en primer lugar, por una elemental razón de respeto a la soberanía de un pueblo soberano e independiente, que así quiere escribir y pronunciar el nombre de su nación y de la organización política de la misma en el Estado de una República independiente, representativa y democrática. Independiente desde el día 16 de Septiembre de 1810, en que se declaró esta independencia o, si se quiere, desde el 28 de Septiembre de 1821, cuando el sevillano Juan José O´Donojú O´Ryan, de ascendencia irlandesa, último Virrey de Nueva España, llegó a Ciudad de México para firmar el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, más tarde reconocida, otro 28 de Diciembre, el de 1836, por el Reino de España. Pero, en segundo término, hay otra razón que lingüísticamente puede pesar aún mucho más, hasta zanjar la cuestión por completo. El término México, no procede del castellano, no es un vocablo español, ni fue acuñado, por tanto, por mis gloriosos antepasados los españoles. Al arribar allí éstos, dos culturas precolombinas destacaban por su riqueza y fuerza literaria: La expresada en literatura náhuatl, perteneciente a los pueblos del Valle del Anáhuac, y la maya, perteneciente a la península de Yucatán y Guatemala. Y no fueron aquellos españoles quienes nominaron, esto es, pusieron nombre, a la tierra a la que llegaban. Aquella tierra, ya lo tenía, se llamaba Mexihco, cuyo término es un topónimo náhuatl que significa “en el centro de la luna”. En consecuencia si, hablando un castellano moderno y culto, en España, es perfectamente lógico pronunciar y escribir Méjico, puesto que decir México resultaría arcáico, no puede ser lo mismo en México. Porque, efectivamente, en castellano antiguo el sonido "jota" se escribía "x" , pero, dada la evolución lingüística, fonética y morfológica, ya no puede decirse Ximénez, sino Jiménez, ni Doña Ximena, sino Doña Jimena, la esposa de Rodrigo Díaz de Vivar. Pero, no podría hacerse lo mismo en México, al no ser este término, originariamente español, sino propio de una lengua autóctona. No debería ni podría decirse, al menos, en el territorio y la comunidad mexicanos, que, en consecuencia, no lo hacen, sino se glorían en lo contrario, pese a aquel chiste tan grosero, naturalmente contado por españoles, y jamás por mexicanos, según el cual, alguien telefonea en Madrid a la Embajada de México y pregunta:
- ¿La Embajada de Méjico, por favor?”.
Una voz le responde:
-No, caballero, esta es la Embajada de México.
-¡Ah…, disculpe! - finaliza el interlocutor- “coxones”, “coxones”…Acta de Independencia de México,
pronunciada por su Junta soberana, el día 28 de Septiembre de 1821
La Lengua española -el español- no es idéntica en todos los lugares en que se habla. En cada país, e incluso en cada zona geográfica y culturalmente delimitada dentro de un mismo país, las preferencias lingüísticas de sus hablantes son distintas, en algún aspecto, de las preferencias de los hablantes de otras zonas y países. Además, las divergencias en el uso no se deben únicamente a razones geográficas. También dependen en gran medida del modo de expresión (oral o escrito), de la situación comunicativa (formal o informal) y del nivel socio-cultural de los hablantes. Por su carácter de lengua supranacional, hablada en más de veinte países, el español constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no obstante, una amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de nivel formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico, con variaciones mínimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fónico y léxico. Por este motivo, es la expresión culta formal la que constituye el “español estándar”: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en público o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los libros científicos y técnicos. Es, en definitiva, la que configura la norma, el código compartido que hace posible que hispanohablantes de muy distintas procedencias se entiendan sin dificultad y se reconozcan miembros de una misma comunidad lingüística. Así lo reconoce el Diccionario panhispánico de dudas, que precisamente se ha creado para que, a pesar de la imposibilidad de dar cuenta sistemática de todas las variedades que de uno y otro tipo puedan efectivamente darse en las distintas regiones de habla hispana, pueda discernir el lector, entre usos divergentes, cuáles pertenecen al español estándar (la lengua general culta) y cuáles están marcados geográfica o socio-culturalmente. Y, en lo que se refiere a México, no existe un idioma oficial, u oficialmente reconocido, sino que el español convive con 67 lenguas indígenas, que son igualmente nacionales. Se trata, en este último caso, de lenguas autóctonas (del lat. autochthŏnes, y este del gr. αὐτόχθων, -θονος, de αὐτός, el mismo, propio, y χθών, χθονός, tierra), que, junto a las lenguas alóctonas (de alo- y el gr. χθών, χθονός, tierra, formado a imitación de autóctono), hacen de México un gigantesco mosaico lingüístico.
Primera página del Codex Mendoza.
Es una manufactura en papel europeo, posterior al Descubrimiento de México, encargado por el Primer Virrey de Nueva España, Don Antonio de Mendoza, para ser enviado al Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Partió de Veracruz hacia España en 1529. Apresado y profanado por piratas franceses, pudo ser rescatado. Actualmente se encuentra en la Biblioteca de Consulta de la Universidad británica de Oxford
Pero yo, ni soy lingüista o filólogo, ni tampoco creo pueda tener este factor una importancia esencial, sino, aun siendo muy importante, meramente accidental. Yo escribo esto, para expresar ante mí mismo, mi gran amor hacia México. También la enorme simpatía que suscita siempre en mí esta gran nación, cuna de canciones románticas y de toreros valientes. Y para tratar de cooperar a que mis compatriotas españoles que, en general, según me parece, comparten este mismo sentimiento, tiendan más continuamente su mirada a través del Mar, hacia aquellas nobles tierras. ¿Cuántos españoles, me pregunto, saben que, por ejemplo, la Ciudad de Mexicali, es la Capital del Estado de Baja California? Cada vez que, en el programa de control dispuesto en mi Blog para saber de donde vienen las visitas, veo encendida una lucecita que indica “Mexicali”, ya casi colindante con los Estados Unidos, siento una emoción especial y elevo mi mirada al Cielo, para que bendiga a esa persona. Del Estado de la Baja California del Norte, porque del de la del Sur, la Capital es La Paz. He dicho Mexicali, porque suele estar siempre, pero no quiero pecar de injusto dejando de agradecer con la misma emoción las visitas que también he recibido de Tijuana, Navajoa, Juárez, Chihuahua, Mazatlán, Culiacán, Monterrey, Zapopan, Colima, Ciudad de México (DF), La Piedad, Jiutepec, Veracruz, Tuxtla Gutiérrez, Mérida, Cancún, Córdoba, Puerto Peñasco, Aguascalientes, Nogales, Durango, Guadalajara, Tampico, Río Bravo, Nezahualcyotl, Acapulco, Tlaquepaque, Tepic, San Pedro, Playa del Carmen, Coatzacoalcos; Villahermosa, Oaxaca, Puebla de los Ángeles, León, Celaya, Pachuca, Ocotlán, Zihuatanejo y Hermosillo. Disculpen si omito a alguno más. Gracias, mil gracias hermanos mexicanos.
¿Y cuántos españoles saben cuál es el número de Estados, sus capitales y sus ciudades más importantes, que integran la República federal denominada “Estados Unidos Mexicanos”? Los leoneses, desde luego, muy en general, sabemos muy bien que, en el Estado de Guanajuato, hay una Ciudad homónima y fraterna, con la que la natal nuestra, nuestro León, de España, se encuentra hermanada, y que ya hace algunos años nos regaló la estatua de un vigoroso león de bronce, que honra uno de los distritos modernos, en el polígono “Eras de Renueva”, muy cerca del cual fluye mansamente el Río Bernesga. Y sabemos también que hay un Estado miembro de la Unión federal, que se llama Nuevo León, cuya Capital es la ciudad de Monterrey. Yo, sé también que existieron José María Morelos, Pedro Moreno y Francisco Xavier Mina… El General Antonio López de Santana … Porfirio Díaz, Benito Juárez y José Vasconcelos... El barroco mexicano y la Catedral de Puebla de los Ángeles. Que existe el Popocatépetl, como existieron Silvestre Revueltas, Diego Rivera, Octavio Paz… “Los Panchos”, Mario Moreno y Jorge Alberto Negrete Moreno… Sé que me encanta el jarabe mixteco, en cierto modo muy similar a la zamba argentina, y la enchilada de mole y el cóctel “Margarita”… Sé que Guadalajara está en un llano y México en una laguna… Pero, sobre todo no me olvido de que México fue antes Tenochtitlan, pero después Nueva España. Y desde allí partieron tantas expediciones para llevar nuestra Lengua común, no sólo a tantos otros lugares del extremo Sur del Continente, sino desde donde partió Miguel López de Legazpi para llegar hasta las Islas Filipinas. Tampoco puedo olvidarme de que, a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el Indio Juan Diego (San Juan Diego, desde el año 2002, en que fue canonizado por el Papa Juan Pablo II) se le apareció en el Cerro de Tepeyac, en 1474, Nuestra Madre de Guadalupe, Reina de las Españas y de la Hispanidad.
Guanajuato, la capital del Estado del mismo nombre, al anochecer.
¡Dios salve a León, la Ciudad hermana de la mía propia, en este Estado!
Y, porque no puedo olvidarme de todo eso, te quiero mucho, México. Desde hace muchos años, me gusta escuchar ese acento tan entrañable, ese modo tan especial, delicioso para mí, con el que tus gentes hablan mi propia lengua … Y no puedo evitar proclamarlo a los cuatro vientos… ¡Viva México Lindo…! ¡Ándenle mis cuates…! ¡Ándenle…! Luis Madrigal.-
Olvidaba omitir que en México los Mariachis suenan divinamente,
pero no sólo ellos se hacen oír. He aquí una concluyente imagen de la Orquesta
Filarmónica de la Universidad de México, aunque de todas formas,
¡Viva también Jorge Negrete!
2 comentarios:
Querido amigo Luis: Desde la primera linea hasta la última de tu erudito escrito, son asumidas por mi. Todas.
En mi alma está todas ellas; pero en mi corazón, además de Argentina y México,(me señala con falta ortográfica si escribo Méjico), además digo, tengo un lugar para Cuba que tanto me duele y tanta sangre costó.
Un fuerte abrazo
Así es, en efecto, querido MAN. Cuba fue "la Perla de la Corona Española". A la viva imagen de Cádiz, se diseñó y construyó La Habana, por eso quien conoce Cádiz, conioce también la Capital de Cuba. Allí construimos el primer Ferrocarril español (9 años antes que en la Península, el Barcelona-Mataró, que se llevó a efecto en 1846). Concretamente, el día 19 de noviembre de 1837 se inauguraba en Cuba el primer tramo del ferrocarril La Habana-Güines, que no sólo era el primero que se construía en España, sino también en toda Iberoamérica. ¡Cuántos recuerdos y cuántas lagrimas!. No sólamente aquella sangre vertida (la de muchos murcianos, entre otros españoles,como bien sabes, sin duda) sino lo que hemos llorado los españoles de hoy por nuestros hermanos cubanos, víctimas de ese sanguinario personaje, siniestro y asesino, como todos los de su raza e "ideología" (esa gran estafa del marxismo-leninismo, la mayor del siglo XX y de la Historia). También yo llevo a Cuba en mi corazón. ¡Viva Cuba... libre!. Un abrazo MAN. Luis Madrigal.-
Publicar un comentario