III
NO OIRÁS MÁS MI CANCIÓN
Me debato entre tensos impulsos
que me piden alzar la voz
para que tú la escuches... Mas, no puedo.
Sé que tus oídos se han sellado,
como los de Ulises a aquellas sirenas...
Por eso, ya no te canto,
o escondo, entre las olas,
sus notas y sus tonos...
No, no la oirás, no oirás más mi canción
que, cuando suspira, se pierde
entre los árboles de un bosque sin faunos
y casi sin hierbas, ni flores silvestres.
Ellas, dejaron de abrir al sol sus cálices,
sedientas de vida,
para morir hoy en la tierra,
entre las hojas húmedas
que, ya mohosas y pútridas, murieron ayer.
IV
TE ARRULLARÁ MI SOMBRA
Cuando ya no me oigas ni me sientas,
te arrullará mi sombra,
que no pudo cobijarte nunca, mas se extiende
tras el inmenso Mar...
Me verás en los sueños de tus veranos,
sobre tus verdes prados, sobre tu lago,
y, en tu llanto por mí, tus lágrimas
salpicarán el aire, para llenarlo de mi recuerdo.
De tus rosales, cortarás una rosa
de pétalos rojos, como mi propia sangre,
para que aliente en tus noches de plenilunio.
Y cada Otoño, unas gotas de lluvia
renovarán su aroma.
Así podrás gustar -al menos en tus sueños-
el sabor de mi aliento.
Luis Madrigal
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