PERO, MÁS QUE PONÉRSELA, HAY QUE QUITÁRSELA
Hoy, se ha iniciado en todo el mundo católico el Miércoles de Ceniza, Festividad que preside el inicio de la Cuaresma. Cuarenta días “entrenando”, para poder correr en el estadio de la vida. Todos corren, todos corremos, dice San Pablo, pero tan sólo algunos alcanzan la victoria. Quizá la victoria no es tanto, esa, tan proclamada, del cielo, donde habitan los bienaventurados, sino incluso, o más bien, la victoria en este mísero muladar en el que nos arrastramos. Y hoy es día llamado a iniciar un nuevo camino, una nueva carrera; de comenzar el entrenamiento, para lograr vencer. No tanto de “los enemigos del alma”, como tanto se repitió. El enemigo, está dentro. Hay que disparar, como ya se hizo una vez en la Historia, sobre nosotros mismos. Hoy, nos cubrimos de ceniza, exteriormente, pero la verdadera ceniza es la que tenemos dentro, que no nos permite ver el fondo de nuestro propio ser y poco a poco nos va matando. He podido saber que en la Patagonia argentina, desde hace ya algún tiempo, llueve ceniza, procedente de un volcán de la vecina y hermana nación de Chile. Esa ceniza oculta la visión, incluso mueren los animales, según tengo entendido. Lo mismo sucede con nosotros. Estamos llenos de cenizas, procedentes de nuestra soberbia, de nuestro odio, de nuestra falta de generosidad. Tan sólo cuando logremos limpiarnos de ellas, podremos vernos vivos y resplandecientes. También, todavía se encuentra en vigor “la ley del ayuno”. ¡No deja de tener esto gracia, cuando algunos -muchos- pasan hambre! Esa ley, también afecta a la “abstinencia”, a la abstinencia de carne, y tampoco deja de ser curioso el espectáculo, cuando otros -pocos- siguen tomando langosta en salsa americana, precedida de unos percebes, como aperitivo. Siendo pescado, no se infringe ley alguna. El que al parecer resulta infractor es el que toma en el andamio un bocadillo de mortadela. He ido esta mañana a que me fuese impuesta la ceniza sobre mi frente, pero, en ese mismo momento, le he pedido a Dios que me quite, con mi esfuerzo, la que acumulo dentro de mí. Y me he propuesto ayunar, desde luego, pero sólamente de todo cuanto malo se encuentra dentro y fuera. De eso, trataré de no probar bocado. Que Dios me ayude. Luis Madrigal.-
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