EL VERSO. ¿QUÉ
ES VERSO Y QUÉ NO? ELEMENTOS ESENCIALES DE LA VERSIFICACIÓN CASTELLANA
Luis MADRIGAL
Todo el mundo, o una buena parte de él, habla
frecuentemente de “verso”, o de “versos”, pero creo que se pueden encontrar
razones y fundamentos serios para afirmar que muchas personas, bastantes, no
saben qué es exactamente un verso, aunque les parezca saberlo. ¿Qué se debe
entender por “verso”? ¿Cuál es el concepto esencial de verso? ¿Qué es y qué no es un verso?
Porque, no toda línea, debajo de la cual se escribe otra, en sentido vertical, dejando
entre ambas un espacio en blanco, constituye un verso, por mucho que algunos se empeñen reiterativamente en ello,
porque el verso no es la línea, ni es
por tanto, una línea, ni cada
línea de las que encierran o delimitan los espacios en blanco, dentro de un
texto literario que pretende estar escrito “en verso”. Podrá ser Poesía, y
hasta pura lírica, y no ya solamente un texto expositivo, épico, narrativo o
cómico, pero, desde luego, verso, no puede ser, si no alcanza las notas o
elementos esenciales que constituyen la versificación. Al menos, la
versificación en castellano.
La falsa tendencia a
entender por verso lo que acabo de decir que no lo es (ni podrá serlo nunca en
lengua castellana), tiene una explicación puramente etimológica, por la razón
de que, en latín, “versus” hace referencia a los surcos del arado en sus
movimientos de ida y de retorno. Así, pues, cuando yo escribo una línea, de la
extensión que sea, y sitúo después mi pluma en el extremo inverso para iniciar
el comienzo de otra nueva línea, no ya por eso estoy escribiendo versos, ni por
ello en verso. No sólo por eso. Esta
restricción del concepto de verso, tan tajante, o su definición en sentido
negativo, desde luego tiene algunas excepciones. Pero, eso ya lo veremos. En
principio, para construir versos, digamos versos “regulares”, y no
“irregulares”, son necesarias algunas cosas más.
En sentido riguroso y al mismo tiempo exacto, Verso es un conjunto de palabras, sujetas a medida y cadencia, según una regla fija y determinada. Eso es verso. Ya veremos después si eso priva o no de “libertad” al que trata de elaborarlo; si puede o no hacer que alguien se sienta “prisionero” de las reglas. Tal vez, como cualquier otra habilidad o destreza, como jugar al tenis o conducir un automóvil -sobre todo si se trata de un “Fórmula 1”- la composición de versos, que verdaderamente lo sean, comporta o exige determinada aptitud o capacidad. Esto, sin duda es así, pero, de concurrir un mínimo de tal destreza, voy ahora a sostener por mi parte la afirmación de que es falso el argumento según el cual las reglas, las formas rígidas, “aprisionan”. Porque en absoluto eso es cierto, sino más bien, todo lo contrario. Más bien lo que sucede, y sucede de una manera dulce y naturalmente armoniosa, es que, cuando la “melodía” llega a través del éter al que trata de componer un poema en verso, el propio sentimiento que se desea expresar busca del modo más natural -casi “biológico”, podríamos decir- el cauce instrumental más adecuado, dentro de cada una de los diversos tipos de verso y de estrofa, como el agua de los arroyos busca a los ríos.
En el frontispicio del
Blog de mi colega María Bote (mariabotebote.blogspot.com.es/), se alzan las
palabras del poeta y ensayista británico, nacionalizado estadounidense, Wystan
Hugh Auden (Londres, 1907-Viena 1973):
“Bienaventuradas las reglas de la Métrica que
anulan las respuestas automáticas, nos fuerzan a pensar dos veces y nos liberan
de los grilletes del ´yo´”. Así, pues, más bien,
las reglas “liberan”, mucho más que aprisionan. Yo, estoy de acuerdo con Auden,
y por supuesto también con María, como también lo estoy con nuestra colega en el cultivo de la Poesía y amiga común Francis Quintana (paquiquintanavega.blogspot.com.es/), y con la abulense, residente en Cataluña, Candela Martí (delovividoylosonado.blogspot.com.es/). A las tres sigo
con interés desde hace ya algún tiempo, en sus respectivos Blog y remito a los
mismos en el mío propio. No es cuestión de “partidismo” alguno. Naturalmente,
también sigo y admiro a otras poetisas y poetas que no siguen las reglas
métricas, que no escriben propiamente en verso, y sin embargo alcanzan altas
cotas de lirismo. Pero de esto también diré algo, en su lugar adecuado, dentro
de esta exposición teorética que me propongo efectuar sobre el Verso en
sus más diversas y amplias dimensiones. A tal fin, proyecto dedicar al menos
las mismas entradas que ya dediqué hace algunas fechas, a la otra gran
estructura del lenguaje, la Prosa. Y pido disculpas a quiénes posiblemente
hayan podido encontrar aquéllas y puedan encontrar éstas dos veces, ya que
también se han publicado y publicarán en otras Páginas de Literatura hispánica, de España y de América.
He aludido ya,
anteriormente, a “cada uno de los
diversos tipos de estrofa”. Y sin duda he hecho muy mal, porque todavía no
he dicho qué es lo que es preciso entender por estrofa. Y sin embargo, aún es
pronto para ello. Antes, a su vez, es necesario desgranar otros muchos
conceptos, dentro de un orden, de un esquema conceptual que pretenda ser
lógico, para que pueda ser comprensible con total y absoluta nitidez. Pero,
siguiendo y enlazando con las palabras de Auden, he de decir que por Métrica,
hay que entender el
estudio de las distintas clases de versos por razón de su medida.
Y no sólo por esto. En primer lugar, es el Metro
el que determina la clase de cada verso, dentro de las diversas medidas. Y la unidad de medida es la sílaba.
Pero, en sentido más amplio, la elaboración del verso ha de verse sometida a la
presencia de otros elementos. Y, en este sentido los cuatro elementos que, en
mi opinión, componen la versificación castellana son los siguientes:
1. El número de sílabas de cada
verso, en cuanto guarda proporción con el espacio de tiempo que se tarda en pronunciarlas.
Por sílaba,
en principio, hay que entender lo mismo que en Gramática (sonido que puede pronunciarse con una sóla
emisión de voz, o más exactamente, “sonido o sonidos articulados que
constituyen un solo núcleo fónico entre dos depresiones sucesivas de la emisión
de voz”), aunque con determinadas excepciones, o
licencias, a las que me referiré más adelante. Pero, este primer elemento,
guarda ya una íntima relación con la Música,
que en sentido técnico no es otra cosa sino el arte de medir y combinar los sonidos
con el tiempo.
2. El acento rítmico. Es el
acento propiamente constitutivo del verso. Porque,
no se trata del acento gráfico, o tilde, consistente en la rayita
oblicua que baja de derecha a izquierda (´), y que es el acento ortográfico,
ni tampoco del acento prosódico, consistente en conferir un cierto
relieve a la pronunciación, sino en dotar al verso de esa cadencia, o ritmo, a la que
anteriormente me refería, y cuya función esencial es la de que un verso, en
combinación con los demás, adquiera un tono preponderante, o de dominación, en
virtud de este tipo de acento, llamado también por este motivo, acento dominante
y, a la sílaba o sílabas tónicas portadoras del mismo, sílabas de acento dominante. Y así
como no puede existir una palabra sin acento prosódico, tampoco es posible
formar un verso sin su acento rítmico.
3.
La cesura.
La cesura es una pausa, entre las dos
partes en que se divide el verso, llamadas hemistiquios. Esta pausa, apenas perceptible,
contribuye de modo notable a incrementar el efecto del acento rítmico, para
alcanzar la máxima armonía del verso. Casi todos los versos castellanos,
admiten cesura, aunque otros no la admiten, ni tampoco es necesario que la haya
siempre. Por otra parte, generalmente, no puede existir cesura entre adjetivo y
nombre o bien entre nombre y artículo. Aportaré un simple ejemplo de cesura,
tomado del Libro de Alexandre:
Primer hemistiquio: Segundo
hemistiquio:
El mes era de mayo / un tiempo glorioso
cuando fazen las aves / un solaz deleitoso.
Y otro de Rodrigo Caro,
en “A las Ruinas de Itálica”:
Cámpos de soledad / mustio colládo
Fácilmente puede
observarse que los versos de mayor medida, resultan mucho más accesibles a la
cesura, como sucede en el primer ejemplo, en el que son de 14 sílabas, o
alejandrinos; y también en el segundo, en el que el verso endecasílabo es sin
duda de los más apropiados a la introducción de aquélla.
4. La Rima. Como puede observarse, este último elemento,
de indudable transcendencia en el verso rimado (porque ya veremos que
hay otro tipo de verso, sin sujeción a rima), es sin embargo el último que se
señala, con la deliberada intención de poner de relieve que, aunque la rima es
importante, no lo es tanto como se cree, y por ello, antes de estar pendiente
de ella, es preciso prestar atención a los tres elementos anteriormente
indicados. Sin la rima, desde luego, no puede haber verso rimado, por
propia definición, pero sin medida (idéntica o no en todos los versos) y sin acento
rítmico -aunque no siempre sin cesura, como ya he dicho- no puede haber
verdadero verso. O al menos, verso “regular”, aunque también quepa construir,
como se verá, versos “irregulares”, o “impropios”.
A estas cuatro notas, o
elementos, yo me permito añadir -es una
idea exclusivamente mía, no pretenda nadie encontrarla en ningún tratado al
respecto- una nota más. Es esta, la
relativa al máximo número de sílabas de las que puede constar un verso,
porque parece muy claro que, en ningún caso, un mismo verso pueda tener, por ejemplo,
cien, quinientas o mil sílabas, ocupando sobre el papel una superficie lineal
de 100 metros,
por ejemplo. Entre otras cosas, no habría soporte que lo permitiese. Me refiero
al mismo verso, a un único verso. Por eso, se habrá de estar de
acuerdo, necesariamente, en que todo verso ha de tener un máximo número de sílabas, del mismo
modo que también un mínimo. Pero, habrá que fundamentar la razón, el
por qué esto tiene que ser así, tanto en cuanto al mínimo como en cuanto
al máximo número de sílabas, aunque esto último fundamentalmente ya lo
hemos hecho. De momento, queda planteada la cuestión, que prometo abordar, más
adelante, en su lugar oportuno.
En sucesivas entradas, dentro de esta misma serie, dedicada al Verso, me propongo exponer y analizar no sólo estos cuatro -que, tal como ha quedado planteada la cuestión, en realidad son cinco, desde mi particular punto de vista- elementos esenciales de todo verso regular, sino también otros artificios, mecanismos o figuras de la versificación; las posibles licencias para alcanzar la medida del verso, asi como las clases de éstos, por razón del número de sílabas; el concepto de estrofa y la estructura combinatoria de los versos y de la rima, hasta construir un tipo u otro de las muy diversas clases de estrofa, con indicación de su propio nombre, atendiendo, a su vez, a una u otra posibles clases de rima, o a la falta de ella en determinados tipos de verso. Y, como según se dice la mejor forma de demostrar el movimiento es andando, también aportaré, con la mayor modestia, algunas muestras de mi propio Verso, aunque creo, en este humilde Blog, son ya conocidas desde hace algún tiempo. Ya dije aquí también, no hace demasiadas fechas, en una de las entradas dedicadas a la Prosa, que si bien mi madre me recomendaba con cierta guasa no rotular el forro de aquel libro de Oscar Wilde, como “Verso y Prosa de Luis Madrigal”, desde aquel día no he dejado de pensar en poder hacerlo.Mi más cordial saludo hasta entonces y siempre, queridos amigos de la Poesía en Verso.
En sucesivas entradas, dentro de esta misma serie, dedicada al Verso, me propongo exponer y analizar no sólo estos cuatro -que, tal como ha quedado planteada la cuestión, en realidad son cinco, desde mi particular punto de vista- elementos esenciales de todo verso regular, sino también otros artificios, mecanismos o figuras de la versificación; las posibles licencias para alcanzar la medida del verso, asi como las clases de éstos, por razón del número de sílabas; el concepto de estrofa y la estructura combinatoria de los versos y de la rima, hasta construir un tipo u otro de las muy diversas clases de estrofa, con indicación de su propio nombre, atendiendo, a su vez, a una u otra posibles clases de rima, o a la falta de ella en determinados tipos de verso. Y, como según se dice la mejor forma de demostrar el movimiento es andando, también aportaré, con la mayor modestia, algunas muestras de mi propio Verso, aunque creo, en este humilde Blog, son ya conocidas desde hace algún tiempo. Ya dije aquí también, no hace demasiadas fechas, en una de las entradas dedicadas a la Prosa, que si bien mi madre me recomendaba con cierta guasa no rotular el forro de aquel libro de Oscar Wilde, como “Verso y Prosa de Luis Madrigal”, desde aquel día no he dejado de pensar en poder hacerlo.Mi más cordial saludo hasta entonces y siempre, queridos amigos de la Poesía en Verso.
3 comentarios:
Entusiasmada estoy, amigo poeta luis, leyendo y releyéndote. Qué lección magistral nos has dado sobre lo que es VERSO. Estoy totalmente de acuerdo contigo en lo que dices y como lo dices, como lo estoy con la frase del frontispicio de mi blog (de ahí que la pusiese)No encorsetan las reglas de la métrica, sino que liberan y, tal como dices, el acento fundamental, es absolutamente necesario para el ritmo del verso; igual que lo son los emistiquios, sobre todo, para los alejandrinos y dodecasílabos.
Me apasiona que estemos tratando de esto.
Saludos muy afectuosos. María
Una explicación estupenda de lo que es y no es verso. Esto lo tenía que saber todo el mundo, y luego, que escribiera como le pareciera, pero, al menos, saberlo.
Respecto a mi pequeño poema,ni cuarteta asonantada ni nada...es un mini...romance, por decirlo de alguna forma...con rima asonante en los impares. En este caso,cuando lo concebí,pensé que las metáforas eran buenas y le daban valor al poema aunque no fuera una estrofa en particular.
Ya digo que yo, me quedo en un término medio a la hora de llevar esto a la práctica excepto con el soneto, porque me gusta mucho.
Prefiero un poquito más de libertad y sigo pensando que, aunque me encantan las reglas de la poesía y la poesía clásica....el poema que se acoge a ellas debe tener un ritmo y una naturalidad que no haga pensar para nada que ha salido tras una azarosa búsqueda, forzado el vocabulario o forzar la situación de una palabra para que encaje, simplemente. O por poner una palabra rara, para que los demás piensen que es algo cultísimo. Eso se hace cuando verdaderamente uno o una posee una extensísima cultura, y es su forma normal de hablar, pero la verdad, yo, a pesar de ser maestra, no la tengo tan grande ...de modo que por eso mis poemas suelen ser un reflejo de mi mediocridad. Son como soy.
Pero admiro a las personas que escriben muy bien y que tienen una gran facilidad de palabra y un vocabulario extensísimo.
Mi cordial saludo.
Por supuesto, querida Paqui, tú escribes muy bien y tienes una intuición y sensibilidad especial, cualidades inprescindibles, creo yo, para escribir versos clásicos. Pero no te engañes, no hace falta ser maestra para tener un vocabulario rico y extenso. Pienso que eso depende más de lo que se haya leído a lo largo de la vida (a escribir se aprende leyendo)Y de la facilidad natural que tú puedas tener para el lenguaje y sobre todo, del amor por la palabra escrita. Por ej, yo, desde bien pequeña me gustaba leer el diccionario, manejarlo, escudriñarlo...Precisamente, yo soy contraria al lenguaje excesivamente críptico (suele usarse mucho actualmente en los llamados poemas en versos libres, creo que para eso, para darle un tinte quizás de originalidad)Pero, por supuesto, me encanta el lenguaje rico a la par que fluido y elegante.
Alguna veces, en concursos o cosas así, veo y escucho en la Tele a jóvenes con licenciaturas superiores y, la verdad, me da pena escucharles; sulen tener un lenguaje pobrísimo y escaso. Sólo saben de su materia y no los saques de ahí.
Pido perdón por una errata imperdonable en mi anterior comentario HEMISTIQUIO es con H.
Besos. María
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