SE
PIENSA CON PALABRAS
Estoy plenamente convencido, aparte por completo de
haberlo oído decir en muchas ocasiones, y sobre todo por haberlo experimentado
otras -algunas con dolor- de que se
piensa en una lengua determinada, quiero decir en un idioma. Después, se
expresa, en esa misma lengua o en otra distinta, aquello que se ha pensado.
Naturalmente, se expresa con o mediante palabras, aunque lo que se piensa sean
ideas, o si se quiere conceptos, y aunque ahora, en relación con lo que quiero
decir, no importa lo más mínimo la diferencia, o la distinción, entre unas y
otros, si es que tal diferencia existe o se pueden aislar entre sí con
precisión ambas categorías. En cualquier caso, tomando el más primario de los
actos de entendimiento, ya sea la casa o el camino, la afirmación o la
negación, el cielo o el mar, la piedra o el movimiento, lo cierto es que,
cuando en nuestra mente concebimos estos tipos de representaciones, ninguna de
ellas es lo suficientemente abstracta como para poder prescindir de la entidad,
contextura y mecanismo de la palabra y, en consecuencia, del código del
lenguaje. Esto es, se piensan ideas, sí, pero también sólo mediante palabras.
La palabra, en consecuencia, no sólo es un medio o un vehículo de expresión de
la idea, sino también el instrumento para que ésta pueda ser pensada. Es
imposible el pensamiento sin la palabra y, tal vez por ello, esta última, no
sólo fue el Principio de todo. Esta Palabra, principio sin principio ni fin, en realidad, más que un instrumento, es
el Logos, es decir, la causa y explicación coherente de todo. Pero no quiero
llevar los tiros en esa dirección. Me estoy refiriendo a lo que a los humanos
nos sucede cuando hablamos con otra persona. Como es lógico, primero pensamos
en lo que necesitamos o queremos decir, y después lo decimos.
Cuando la conversación, el diálogo, tiene lugar entre
personas que hablan la misma lengua, entre personas inicialmente “homohablantes”, el fenómeno se percibe
en mucha menor escala o intensidad. Pero cuando los que conversan, aunque lo
hagan en la misma lengua, han tenido lenguas maternas diferentes, es decir son
inicialmente “heterohablantes” (si
bien es cierto que uno de ellos puede llegar a ser bilingüe, alcanzando la
misma precisión en la lengua de su interlocutor que en la suya propia), incluso
en este último caso, puede producirse un cierto grado de “incomunicabilidad” y
confusión de ideas entre los interlocutores, en sus matices más sutiles, cuando
no, si la diferencia en el manejo de la lengua que en la ocasión se está hablando
es notable, entre uno y otro, lo que puede producirse es que uno de ellos,
entienda exactamente algo muy distinto de lo que el otro dijo, o quiso decir,
cuando no lo radicalmente contrario a lo dicho o a lo deseado. Acaba de
sucederme, casi dolorosamente, con un buen amigo hindú, nacido en Bombay, que
reside ya desde hace más de diez años en Madrid, e incluso posee ya la
nacionalidad española. Pero su lengua materna es el hindi, y la mía el
castellano, y casi por ello estoy escribiendo ahora lo que escribo.
La primera vez que tuve ocasión de observar este fenómeno
en la vida real, llamó poderosamente mi atención el hecho de que personas de
una misma lengua que no era la mía, sino la suya, y que se encontraban en
cualquier parte, solían preguntarse, o decirle el uno al otro: Oye, ¿todavía traduces?. Es decir, aún piensas en
alemán, para transportar mentalmente lo pensado al francés y después expresar
el pensamiento en esta última lengua. Dicen los Profesores de Lengua, sea ésta
la que sea, con alumnos de otra lengua diferente, que no podrán alcanzar estos
últimos el grado más perfecto y preciso en la lengua que tratan de aprender,
hasta que no consiguen pensar en esta
última, en lugar de hacerlo en su lengua materna.
¿Qué quiere decir esto? No puede caber duda alguna al
respecto. Lo que significa es que se piensa con la palabra, que se piensa “en
palabras”; o, como inicialmente decía, que las ideas o los conceptos no pueden
concebirse de una manera absolutamente abstracta, o “en el aire”, sino mediante
el apoyo en una estructura lingüística determinada. Cuando el primer aprendiz
de hablante, en la historia de la Humanidad, exclamó un día: “rgu”, tal vez incluso emitiendo un alarido, ¿estaba expresando alguna idea, o
simplemente estaba elaborando la palabra para poder después construir ideas? Me
parece sinceramente muy complicado y
difícil poder averiguarlo, porque, de modo más o menos análogo, discuten entre
sí los etnólogos acerca de si el primer arco fabricado por el ser humano fue un
arco de caza o un arco musical, pero yo, que soy un analfabeto, tengo la
impresión de que la idea no pudo ni puede ser independiente de la palabra, sino
que casi es ella misma o, en todo caso, que sin la palabra, no hay idea alguna
que pueda ser, no ya expresada, sino ni tan siquiera pensada.
Ciertamente, también estoy persuadido, o al menos lo
intuyo con cierta fuerza, que la palabra no es el único instrumento de
concepción y expresión del pensamiento. El lenguaje de las palabras, no es el
único de los que existen al alcance del ser humano. También existe el lenguaje
de los números, es decir el lenguaje de la Matemática. No pretendo inferir a
nadie el insulto de distinguir entre quienes “operan” con los números y los que
piensan con ellos y mediante ellos,
del mismo modo que después expresan también mediante ellos lo que han pensado.
Sin duda alguna, a título de mero ejemplo, escribir o pronunciar la expresión, Sen2 a + cos2 a = 1, por no emplear otra mucho más rotunda y cósmica, y al mismo tiempo tan
simple de formulación, como E=mc2, o bien algo mucho más desarrollado como lo siguiente, aunque
relacionado con lo anterior:
vx
t´ = y (t - ----- ). x´
= y (x – vt). y´ =
y. z´= z
c2
1
donde y = --------------------- es llamado factor de Lorentz
Raíz 2 de 1-v2/c2
Y C es la velocidad de la luz en el vacío.
Todo
esto -¿quién puede dudarlo?- es un lenguaje. Y es un lenguaje de números,
aunque se utilicen también letras, como puede verse, pero sobre todo es un
lenguaje para pensar y para expresar el pensamiento sin palabras y, en
consecuencia, sin la palabra. Y aquí no caben equívocos, ni diferentes idiomas
en virtud de la cultura o estructura lingüística de los pensantes. Y desde
luego, ha habido, hay y habrá ideas que tan sólo, única y exclusivamente, se
podrán pensar, expresar y comprender de esta manera, mediante este tipo de
lenguaje.
Pero,
¿y las necesidades más primigenias, las más necesarias y útiles de la vida?
¿También se podrán pensar, expresar y comprender con este último lenguaje? Me
temo que no. Sobre todo, cómo se podrá concebir y expresar el sentimiento, esa
sensación del alma en la que se experimenta el amor, o el odio; la calma, la
soledad, la misericordia, la amargura o la felicidad inmensa y placentera, el
gozo del espíritu… Para eso, no sirven de nada los números. Hay que recurrir
inexcusablemente a la palabra. Salvo que a alguien pueda ocurrirle lo que
-dicen- le ocurrió a un señor de
pelo largo, mirada misteriosa, gesto introvertido, que cuentan se encontró una
tarde en su propio jardín con una niña rubia y dulce, a la que preguntó: ¿Cómo
te llamas, guapa? Y la niña, respondió. “Ana
Einstein, papá”.
Luis Madrigal
2 comentarios:
Me gusta tu poesía, pero también me encanta cuando escribes así, en prosa, textos tan mafníficos y de tan alto contenido, amigo Luis.
Felicidades. Besos. María
¡Qué nivelazo en esta prosa,D. Luís!...es buena..buena. El despiste de Einstein, embebido en sus números...jaja..es un buen final, que te deja con una sonrisa en los labios, y eso es bueno. Me he tenido que parar y releer algunos párrafos...jaja...pero la he leído, sólo por disfrutar de este lenguaje culto, tan bien construído. Mi cordial saludo.
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