Ya hace
algún tiempo, venía yo estando persuadido de dos cosas en relación con el Himno
Nacional de España, pero creo haber llegado a estar totalmente convencido de que
he superado la persuasión para alcanzar la más firme convicción al respecto
acerca de ambas. La primera de ellas es la de que, efectivamente, la teoría de
que la “Marcha de Granaderos” le fue
regalada, a su cuñado Carlos III de España, por Federico II de Prusia (Carlos
estaba casado con la princesa prusiana María Amalia de Sajonia, hermana de
Federico), es una pura y simple leyenda. Es decir, una mentira, revestida de
solemnidad soberana, nunca mejor dicho. La mentira se extiende al Conde de Aranda,
según se ha dicho falazmente embajador en la Corte prusiana. Pero, el Conde
de Aranda no fue ministro de Carlos III, sino -bajo este reinado- Presidente del
Consejo de Castilla a raíz del Motín de Esquilache, y posteriormente Secretario
de Estado de su hijo Carlos IV. Tampoco fue nunca Embajador de España en
Prusia -Embajada que jamás existió- sino
en París, ni tan siquiera pudo entrevistarse, en 1770, con el emperador
prusiano, puesto que éste se encontraba firmando la paz con Rusia. Así que,
acabemos ya de una vez. Eso del regalo de una marcha militar prusiana para que
se convirtiese o fuese elegida como Himno Nacional de España, es simplemente
falso. Tal vez, los promotores de la teoría pudieron basarse en que,
efectivamente, existe una marcha militar prusiana que se llamó así, de esta misma manera, o parecida, Marcha de Granaderos, “Fridericus
Rex-Grenardiermarsch”, pero el compositor de la misma fue Ferdinand Radeck,
que vivió entre 1828 y 1903, y fíjense ustedes como suena:
¿Acaso
tiene algo que ver, o se parece lo más mínimo, a nuestro Himno Nacional? Es
evidente que no. De dar acogida a las muy diversas y legendarias teorías sobre
el particular, habría que conectar las notas musicales de nuestro Himno -que ciertamente no es tal, no es un
himno- nada menos que con el año 1547, durante
el reinado de Fernando el Católico, cuando Enriquez de Valderrábano compuso la
Pavana Real que, aunque no demasiado, guarda mucha mayor semejanza, como puede
seguidamente observarse:
Y aún no
se termina con el asunto del origen histórico del Himno español. También se ha
pretendido, o al menos insinuado, que éste tuvo sus antecedentes, o sus
precedentes, no ya sólo en la Cantiga 42 de Alfonso X El Sabio, sino incluso en
la música hispano-árabe de entre los siglos XI y XII, encontrando dichas huellas
en el filósofo y músico árabe Ibn Bayyah, llamado Avenpace. De la Cantiga, sí que dispongo de varias versiones,
aunque me ahorraré ofrecer ninguna, ya que según creo tampoco concurre la menor analogía, pero, desde luego, de la música compuesta por el
filósofo saraqustano -que además de
filósofo y músico, era también poeta, botánico, matemático y astrónomo- yo al menos carezco de la menor referencia
sonora, y en consecuencia lamento no poder ofrecer nada, pero de lo que sí
estoy seguro es de que tal música arábiga, o andalusí, tendría aún mucho menos
que ver al respecto.
He dado ciertamente
un gran salto en el tiempo, aun irrespetuoso, para recoger la teoría según la cual incluso cabría
atribuir la música de nuestro Himno a Giacomo Puccini, si tomamos como referencia el trasfondo musical, e incluso algunos redobles de tambor, al final del Acto 2º de su famosa ópera La Bohème,
con la dificultad, eso sí, de que el día 1 de Febrero de 18 96, fecha del estreno de esta
obra operística en el Teatro Regio de Turín, ya llevaba varios siglos sonando
nuestra Marcha de Granaderos, aunque faltasen doce años para que, primero el
Maestro Pérez Casas, en 1908, y algunos más tarde el Maestro Francisco Grau, en
1997, la instrumentasen. Mucho más emotivo y rigurosamente histórico resulta, sin duda, que un ruso, Mili Balakirev,
se fijase en nuestro Himno Nacional, mucho más que hoy lo hacen la mayoría de
los españoles, en esta España amodorrada, materialista y mediocre que ahora
mismo padecemos. En efecto, resulta conmovedor que cuando, en general, los
españoles han sido siempre, tanto como a nuestra Bandera, refractarios a
nuestro Himno -quizá porque, como ya
dije, no lo es- tildando de “patrioterismo” el hecho fervoroso de descubrirse y ponerse
en pie siempre que suene, en cualquier lugar, como lo hacen los ciudadanos de
tantos pueblos, haya sido un músico ruso, antes incluso de que su compatriota
Rimsky-Korsakov escribiese su “Capricho Español”, quien rindiese un auténtico
homenaje a nuestro Himno, en sus variaciones “Obertura sobre el tema de una Marcha española”. Observen, por favor:
La segunda de las cosas, tal vez más importante, sobre la
que creo también haber llegado a una conclusión definitiva por mi parte, es la
de que, si no tanto como imposible de componer
-dados todos los avatares de nuestra Historia- resulta innecesario
disponer de una letra, para que de verdad el nuestro pueda ser un himno, puesto
que, en rigor, sólamente puede ser un himno aquello que se canta, aunque se entone mal.
Pero tampoco es rigurosamente necesario cantar. Basta con escuchar y con sentir
lo que se escucha. El sentimiento, no se expresa con palabras, sino con el
corazón. Es así, porque es siempre el sentimiento lo que importa y éste no va
asociado tanto a unos asertos, muchas veces inexactos, cuando no verdaderamente
grandielocuentes o amenazantes y por ello casi siempre ridículos. También sin cantar, la música que
se escucha, tomada como un símbolo, puede estrechar a quienes lo escuchan, en
el amor y respeto a lo que nos es común y a nosotros mismos. Por este motivo, personalmente,
la sensatez me obliga a prescindir y olvidar todas las letras, sucesivamente compuestas.
En 1843, por Ventura de la Vega; en 1927, por Eduardo Marquina; en 1928 (ocho
años antes de la guerra civil, contra lo que se cree) por José María Pemán e
incluso muy recientemente, en el período presidencial de Don José María Aznar,
por el Comité literario formado por Jon Juaristi, Luis Alberto de Cuenca,
Alberto Linares y Ramiro Fontes. De todas ellas, prescindo y de las que
pudieran proponerse en un futuro. También yo mismo he escrito una letra para nuestro Himno, que es
la que siempre canto interiormente, con el mismo o más sentimiento que lo hacen,
por ejemplo, los holandeses al escuchar su Himno nacional. Y es curioso, el Himno
Nacional de Holanda -del Reino de los Países Bajos- es el único de todos los himnos nacionales
del mundo que, en su primera estrofa, habla de España y además en términos de
lealtad y de respeto: “Den Koning van
Hispanje, heb ik altijd geëerd”. La traducción a nuestra lengua siempre me
ha emocionado: “Y siempre he honrado al
Rey de España”, dice Willem van Oranje-Nassau, Guillermo el Taciturno, y continúan cantando los holandeses. Escuchen y vean ustedes también, si son tan
amables:
Siendo español, casi hay que sentirse emocionado al escuchar el Himno
holandés, que últimamente también canta una mujer hispánica, una argentina, como
habrán podido observar. Tal vez, entona esa estrofa con mucha más
emoción que los españoles escuchan nuestro Himno. En cualquier caso,
insisto, no hacen falta palabras. Siendo español, o no siéndolo, basta con el
amor a España.
Luis
Madrigal
1 comentario:
Pues como el nuestro ninguno, D.Luís jaja...aunque sí que le hace falta una buena letra. Bueno..¿cómo está usted? No entro mucho en los blog. Tengo facebook y me entretengo los ratitos libres..pero bueno...¡no los abandono! El caso es que hoy he entrado a poner una nueva entrada y de paso quiero visitar unos cuantos. Espero que siga muy bien. Su escrito fenomenal ¡Sabe usted de todo! Lo mismo le da hacer un artículo de opinión, que una crítica, que inmejorables sonetos y demás estrofas...jaja. Es usted un gran escritor y me daría una alegría si un día anunciara que va a publicar una selección de sus sonetos, por lo menos. Recuerdos de mi marido y reciba nuestro fraterno abrazo.
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