viernes, 6 de febrero de 2015

LOS LUMINOSOS DÍAS DE SOL



AL SUR DEL OTRO LADO DEL MUNDO

He visto, hace unos días, en un Blog amigo y muy querido, la fotografía que precede. La inserto hoy en el mío porque tengo la total seguridad de contar con el permiso necesario para ello. Ignoro su autor, aunque nada me sorprendería, de poder saberlo, que fuera de quien pienso. En todo caso, la fotografía, como puede apreciarse fácilmente, es de un día de pleno verano y, por tanto, nada puede tener que ver con esta nevada y congelada España, sino, no sólo con el otro lado del mundo  -Nueva York, está en frente de Vigo y se encuentra también sumergida en la nieve y el hielo-  sino del otro hemisferio, más allá del Trópico de Capricornio, del que suponía Cristóbal Colón fuera el Paraíso Terrenal, sin que se equivocase en nada. Muy en particular sospecho que es de la Argentina, y más en concreto de la Ciudad de Córdoba, la misma cuyo nacimiento le costó la vida al sevillano Jerónimo Luis de Cabrera, por haber fundado esta Ciudad unos kilómetros más abajo del límite otorgado por el V Virrey del Perú, Francisco Álvarez de Toledo, que previamente había nombrado a Cabrera Gobernador de Tucumán. Qué brutalidad la de aquellos soberbios Virreyes. Con la particularidad agravante de que Cabrera desobedeció el mandato virreinal para fundar una ciudad más al Sur, pero también en un paraje mucho más alegre y luminoso, donde la tierra era mucho más fértil y el clima más benigno y equilibrado que en Santiago del Estero, desde donde había partido la expedición, hasta alcanzar el espacio en que se alza la actual ciudad de Córdoba, el día 6 de Julio de 1573, fecha de su fundación, a orillas del Río Suquía.

La Ciudad argentina de Córdoba (Córdoba de la Nueva Andalucía, como la llamó su Fundador), recuerda a éste con una estatua esculpida en bronce que puede encontrarse fácilmente en infinidad de fuentes bibliográficas, pero para mí posee mucho más encanto esta que inserto ahora. En ella, se observan unos frondosos árboles en plena floración. Sin duda se trata del jacarandá, un árbol de la familia de las bignoniáceas, del mismo tronco del magnolio y emparentado con nuestra catalpa, pero únicamente típico y abundante en la América intertropical y subtropical. La Argentina, está llena, repleta, de jacarandás, sin duda para el disfrute de la vista de cuantos puedan mirarlos. También se observa en la fotografía un paseo de tierra, colindante con el asfalto de la vía publica de la que le separa una verja de hierro pintada de verde. Al pie del paseo, hay un banco de piedra, a la sombra de los jacarándás. ¡Quién pudiera estar sentado ahora mismo el él! No diré aunque me costase la vida, como a Cabrera. No hay que exagerar. Pero, cuánta sabiduría la de Colón.

Luis Madrigal





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