viernes, 11 de septiembre de 2009

EL OLVIDO

"Dicen que la distancia es el olvido...!" Eso dice -o decía- aquella canción, tan falsa, que yo solía escuchar, hace ya muchos años, cuando aún era un niño. Después, y hasta últimamente, he vuelto a escucharla alguna vez. Para una simple canción, más o menos insubstancial, como tantas de ellas, puede valer... Pero, es falsa, radicalmente, porque, en realidad -en profundidad- no es cierta tal afirmación, dígalo quien lo diga. La distancia, no es el olvido, sino acaso lo radicalmente contrario, el recuerdo más vivo y palpitante, permanente y real. Tanto más, cuanto mayor sea esa distancia, que casi siempre no puede ser otra cosa sino la cifra en kilómetros, o en millas naúticas (ya sea salvando los valles y los montes, o el inmenso mar) y hasta en pura longitud reducida al horizonte, entre dos puntos geodésicos de este pequeño planeta en el que vivimos, tan pequeño e insignificante, pese a la gran mentira que nos contaron, de ser el centro del universo, cuando ni tan siquiera figura ni se representa en el mapa astrofísico del Cosmos. Ninguna distancia, pues, puede generar el olvido e, insisto, cuanto más grande sea aquélla, más intenso y vital será el recuerdo. Lo será, sobre todo, por contradictorio que parezca, si no hay nada verdaderamente efectivo y real que olvidar y por ende mucho que recordar, porque se recuerda con mayor intensidad, con mayor vehemencia y pasión, aquello que pudo ser y no fue, pero que, mientras podría haber llegado a ser -cuando se encontraba "in fieri"- cobró tal ilusión, quizá hasta tal magia, que fue capaz, como le pasó a nuestro señor Don Quijote, de ver gigantes en simples molinos de viento.

Con el olvido -o si se quiere, en sentido contrario, con su sentimiento antípoda, el recuerdo- sucede algo similar a lo que ocurre con la soledad, otro de los grandes sentimientos humanos. No estamos solos cuando nos hallamos, como Robinson, en una isla, sin el menor contacto con otros seres humanos, sino cuando nos encontramos en una ciudad de millones de habitantes... rodeados de "otros solos". Y esto es más aún así, porque, de los cinco contenidos semánticos susceptibles de ser aplicados a la expresión "olvido", tan sólo dos de ellos juegan en la dimensión más vital: El de "dejar de tener en la memoria" lo que se tenía o debía tener y, esencialmente, según mi criterio personal, el de "dejar de tener en el afecto", en lo más hondo del alma, algo y, sobre todo, a alguien. Las restantes significaciones, bien la de "perder la memoria", o la de haber "transcurrido mucho tiempo desde que algo sucedió", carecen casi por completo de entidad. Tan sólo, cuando se puede olvidar en el afecto, cobra el olvido una dimensión similar y más dolorosa aún quizá que la de la propia muerte, porque olvidar, precisamente -o más aún- lo que no fue, equivale a morir para siempre. Por ello es siempre preferible el dolor, que es vida, al olvido, que no es sino la nada y la muerte. Luis Madrigal.-



miércoles, 9 de septiembre de 2009

CUMPLEAÑOS TARDÍO...

Todos los "santos" tienen su "octava", y me imagino que también los cumpleaños. Todavía "un pie puesto en el estribo", aunque en el sentido vitalista contrario al del Persiles, debo celebrar yo alguno de esos que, por causas ajenas a la propia voluntad, cobran un cierto retraso. Todo español -menos algunos- más que un loco quijotesco, es un cuerdo tardío, pero esto casi siempre tiene arreglo. Lo que carece de todo remedio es la estupidez presente, creciente y galopante, de la que hacen torpe gala esos cada vez más "menos". ¡Y... qué más oportuno, aunque tarde, que un soneto, para recobrar el ímpetu y recuperar la inspiración poética?! Este es el recuerdo, cuando ya casi todo es "pasado":

CREPÚSCULO NACIENTE

Crepuscular venida, no me digas
que has llegado por nada y sin sentido;
no me niegues que, lejos, un latido
te esperaba en la nada. Aunque tu sigas

escondido en penumbra, no fustigas
el olvido, que nunca el ser querido
puede habitar en pecho malherido,
si doliente le axfisia un mar de hortigas.

Tú, eres la luz, cuando, ya sin su color,
ilumina la noche, en cielo puro;
tú, el bálsamo que cura del dolor...

Tú, el reposo que vuela suelo duro
y, entre brumas y cumbres, el amor,
el más sublime, pese a ser un muro.


Luis Madrigal

Las Navas del Marqués (Ávila), 7 de Septiembre de 2009
Madrid, 9 de Septiembre de 2009


viernes, 14 de agosto de 2009

MAESE TALLANTE... UN GRAN OGANISTA

 
Me he visto obligado a romper mi propósito, que me parecía firme, de no volver a este humilde y diminuto rincón del universo mundo, sino hasta el ya próximo Septiembre. Pero -casi como Amado Nervo respecto a Kempis- llevo días luchando en mi interior contra "la enfermedad" que me produjo días pasados, concretamente el Viernes, 7 de este mismo irregular Agosto, de tan plúmbeos cielos vespertinos, el segundo, mucho más que el primero -radicalmente claro y luminoso- de los Conciertos o Recitales de Órgano de los que aquí en esta Villla de Las Navas del Marqués, en la Provincia de la mística Ávila, he tenido la fortuna de poder escuchar. Asi es que he acudido hoy al fin, al Tele-Centro de la Biblioteca Municipal para "explotar" en mis sensaciones más íntimas, en lo que atañe a lo que en dicho segundo recital sentí, y para rendir el pobre tributo de mi más sentido homenaje al artífice de tales sensaciones.
 
Este de Las Navas, es un lugar de la Sierra abulense que, a mi juicio, crece biológicamente en inquietudes de dimensión estrictamente intelectual y cultural, año tras año. Yo, al menos, me creo en la sincera obligación de felicitar a su Ayuntamiento, a su Alcalde y a la Concejalía de Cultura, o como quiera se llame. Cobra dentro de mí mucha más fuerza esta intención porque, con frecuencia, tristemente, suelo pensar, y así me parece que los hechos más contumaces lo constatan, que España camina indefectiblemente, no sólo hacia el trágico abismo de la pobreza eonómica estructural y forzosa (la deseada o aceptada, es un bien intrínseco), sino también -lo cual siempre es un mal de la misma hondura- hacia el páramo de la irracionalidad y la antiespiritualidad humana, contemplativa o creadora. Y, más que esto aún, hacia un verdadero desierto cultural, poblado de las más torpes, insensatas y animalizadas especies de la fauna humana. Hasta, tal vez, por desgracia, el espectáculo y las causas que lo producen, son mucho peores, porque los animales al fin y al cabo se rigen movidos por un sabio instinto, a diferencia de toda esta peste que nos ha caído encima, constitutiva, más que de una "animalización" irracional, de una verdadera "cosificación", más o menos generalizada. Y ello, nos llevaría, antropológicamente, nada menos que al "suicidio colectivo", que proponía Caro Baroja.
 
Por ello, me complace enormemente advertir, como un soplo de frescura y de esperanza, que aún se pueda encontrar entre las masas, o hasta si se quiere en las mentes más elementales, alguna manifestación clara y contundente de que también, de vez en cuando, incluso en un estercolero pueden florecer orquídeas. Poque, esto es lo que yo he podio estimar o percibir en estos días de forzoso aislameinto veraniego, en lo que en menos de un mes, no han sido pocos los "repuntes" del espíritu, en medio de la materia, aquí, en una pequeña población, y en pleno campo rodeado de frondosos pinares. Y puede, tal vez, que esto mismo esté sucediendo, en estos días, en muchos pequeños pueblos de España. Y esta es la medicina y la única terapia eficaz, porque, si florecen las manifestaciones del intelecto y del espíritu, tan sólo esto puede acabar algún día con la animalidad y la cosificación de la esencia humana, que hoy nos hieren.
 
Aquí, en Las Navas, aparte de otras manifestaciones, relativas a las artes plásticas y a las específicas de la restauración artístico-monumental de las viejas reliquias arquitectónicas y pictóricas, he podio yo oir en estos días dos magníficos recitales de órgano, ese, en sí mismo, también monumental y complejísimo instrumento, que yo no podría decir si es o no el rey de todos ellos, o tan sólo de los de viento, pero, en todo caso, sí creo haber leído que, en el órgano es donde ese casi misterioso, para mí, artificio de la Fuga, cobra y alcanza su máxima expresión. Dos han sido, como ya he dicho, los conciertos o recitales. Y pensaba yo, anticipadamente, que el primero de los mismos resultaría más brillante, por correr a cargo del organista inglés Rupert Damerelle -que desde hace algún tiempo vive en España- y que comenzó sendo niño de coro de la Capilla del Castillo de Windsor, para llegar a ser organista diplomado por el Royal College of Organist, de Londres; organista del King´s College; de la histórica Abadía de Westminster y de la Catedral de San Pablo, entre otros muchos laureles y honores artísticos. Pero, sin poder juzgar yo musicalmente a nadie, me equivoqué de plano en lo que concierne a la emoción que personalemte pude experinetar en uno y otro recitales. La actuación, la interpretación del músico español -nada de patrioterismo- Miguel Ángel Tallante, hombre no sólo lleno de aptitudes artístico-musicales, sino también de una sensibilidad humana, tocada del especial encanto que siempre a ella comunica y añade la verdadera humildad, fue el interprete que conmovió profundamente mis ásperos cimientos musicales, o incluso hasta la falta total de ellos. Comprobé por tanto, una vez más -con alegría-, que nada o muy poco importa ser un analfabeto musical, como lo soy yo, para que la música, toda ella, pero más aún si cabe, la que brota a raudales, llenando el aire hasta rebosar, de los tubos de un órgano, pueda invadir lo más profundo e íntimo de nuestra más honda morada. No importa no saber distinguir las blancas de las redondas, o de las negras, ni tampoco una semifusa de una corchea; ni la finalidad primordial de la clave de Fa, o si las variaciones sobre un mismo tema no son las alteraciones; ni que el solfeo se ha de ver superado por la armonía, y por el contrapunto y la fuga... Cuando se ignora todo esto, pero por el cauce del oído llega hasta el alma esa armónica filigrana, en la combinación y medida de los sonidos con el tiempo, de los silencios... entoces se ha establecido en el ser del que escucha -hablo de mí y por mí- una especie de logos metafísico, y ese hermoso arte de la música, sin duda el más perfecto para expresar el sentimiento humano -más que la imagen y el color-, ha cumplido ya el fin que sólo a él está reservado por los dioses, y quién sabe si no por el supremo Hacedor del universo y del hombre. Pero, ha podido hacerlo -naturalmente al margen del creador del pentagrama- también merced al propio sentimiento del interprete, que abandonado a su técnica, se sumerge y al mismo tiempo proyecta sobre los que están fuera de él, en un meridiano que ya no es terrenal sino celestial. Y eso es, exactamente, lo que para mí, y pese a mi ignorancia técnico-musical, logró hacer llegar a mi espíritu, el pasado 7 de Agosto, Miguel Ángel Tallante.
 
Sin duda por ello, mientras regresaba a mi casa, cerca de tres kilómetors carretera abajo en la dirección de Ávila, llegó también a mi mente el recuerdo de aquel anciano, ciego de nacimiento (como también, en el mundo real, lo fue Salinas, que emocionó a Fray Luis de León) y al que la hermosa leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer llamó "Maese Pérez, el organista". Sentía yo en lo más hondo de mi recientísimo recuerdo, haberme encontrado con otro ser de las mismas caraterísticas. Porque, como es generalmente sabido, "Maese Pérez" poseía un don muy especial para tocar el órgano, hasta tal punto que, enterado de ello, el Arzobispo de Sevilla le pidió que tocase en la Catedral el día de Nochebuena. Maese Pérez, prometió hacerlo al año siguiente. Llegó el día y aquel templo -el quinto en dimensiones de toda la Cristiandad- estaba profusamente iluminado, de tal forma que el torrente de luz se desprendía de los altares para inundar todo aquel grandioso ámbito. Sin embargo, poco antes de la hora anunciada, alguien acudió muy alterado, diciendo: "Maese Pérez, se ha puesto mal, muy mal, y será imposible que pueda asistir esta noche". La decepción fue enorme, pero casi inmediatamente se disipó, cuando las gentes comenzaron a gritar: "Pero... si está aquí... Maese Pérez está aquí..." En efecto, pálido y desencajado, el Maestro entró en el templo y, poco después, comenzaron a sonar las notas a través de las cien potentes voces de los tubos del órgano, en un majestuoso y prolongado acorde. Nunca nadie había podido escuchar una música tan armoniosa como pujante, tan embelesadora y solemne. El gentío no pudo resitir la tentación de subir al Órgano, en tropel, observando entonces que nadie estaba sentado ante él, y que Maese Pérez yacía muerto sobre el suelo... Era su espíritu el que en quel momento tocaba... Pero nunca más, pudo repetirse el milagro, porque, al parecer cosa de embrujo, las gentes los destruyeron. Todo lo contrario, relativamente, que ha sucedido aquí, en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, de Las Navas del Marqués.
 
Yo no puedo saber si Miguel Ángel Tallante, al que inesperada y torpemente por mi parte tuve el honor de conocer personalmente la víspera de su recital, más que por su música, habrá ganado mi estimación musical por su ostensible bondad. No lo creo. Menos aún puedo saber si, algún día, Miguel Ángel podrá hacer "milagros" análogos a los de "Maese Pérez". Pero sí sé que merecería hacerlos. Enhorabuena, Miguel Ángel, extensiva a Pilar, tu encantadora esposa.
 
Luis Madrigal
 
 

 

 
Como 3ª propina, Miguel Ángel Tallante, ofreció en su recital del pasado día 7 de Agosto, la "Tocata y Fuga", BWV 565, de Johann Sebastian Bach

miércoles, 15 de julio de 2009

CERRADO POR CRUELDAD DEL SOL


YO, YA ME VOY...

Lamentablemente, no puedo irme al Puerto en que se halla la Barca de Oro... Esa Barca, se hundió... Simplemente me voy de Madrid. Tampoco "de vacaciones", porque yo presumo (aunque nunca se debe presumir de nada) de no "ir de vacaciones" a ninguna parte. Desde luego, no a Benidorm, por ejempo, ¡Dios mío...! Ni tampoco a Cancún o Nueva York. De ir a algún sitio, donde mi pulso pudiese sentir sosiego, me gustaría ir a Córdoba (Argentina). Ahora, allí es invierno y tal vez alguien pudiera necesitar un poco de calor... Pero, está muy lejos. Tendría que cruzar el Atlántico, de Norte a Sur, y ya he dicho que no dispongo ni de una humilde barquichuela. La de mis sueños... se cansó de esperarme, atracada en un Dique... Y ahora, el inclemente verano de Madrid, me vomita de su infernal y abrasador ámbito de fuego, que se revuelve y agita sediento. Me iré. Ya me voy. Sólo vengo a despedirme... ¡Adiós, mujer! ¿Adiós para siempre adiós?. Adiós también a ustedes, a vosotros, amigos del alma, aunque pocos. No podrán volver sus ojos a mirarme, ni sus oídos podrán escuchar mi canto -si lo fuere, o lo hubiese sido- hasta bien entrado Septiembre, cuando ya esté a punto de nacer otra Primavera. Soy tan extraño, tan raro o caprichoso, que para mí, las primaveras nacen siempre en esa época del año. Entre tanto, este humilde Blog se queda muy triste, como la oscura Sierra -triste y callada- cada vez que los rebaños trashumantes se van a la Extremadura. ¡Pero, volverán, volverán!. Yo, gracias a Dios, también espero y quisiera volver, si Él igualmente así lo quiere, aunque mi corazón ya no pueda volver nunca... Muchos besos y un sentido abrazo. Luis Madrigal.-



RÉPLICA A UNA CANCIÓN SACRÍLEGA


¡LIBRE, LIBRE, LIBRE...!

Me dijiste que no podías ser libre...
Pero libre te quiero, sólo te quiero libre,
apegada a tus ribazos
como planta del Río, que se inclina
hacia el agua que corre y nunca pasa.
Libre te quiero,
entre mis brazos, libre.
Libre de mí, de ti, de él, del aire
que arrasa, entre las peñas, y que alcanza
sobre el cielo y la tierra, nubes blancas.
Libre del sol, del rayo que fulmina,
de la brisa que besa la mañana;
del fuego que, al ponerse el sol,
sus rayos ve morir... Libre del agua.
Libre siempre. Entre suspiros, libre,
entre el dolor, el grito y aun la naúsea...
Libre por ti, para que alcances -libre-
junto al cielo, el azul de la Montaña...
Libre también de Dios -Él te hizo libre- pero con Él,
para que Él te guarde en su morada.
Libre, en la libertad, libre por siempre;
por siempre libre -¡libre!- y a porfía,
sin arrastrar cadenas nunca...
Sin nunca ser esclava... ¡Pero, mía!


Luis Madrigal






lunes, 13 de julio de 2009

EL SINGULAR Y CÓSMICO FENÓMENO DEL 27 DE AGOSTO




El día 27 de Agosto ya próximo, de este mismo año 2009, a las 0 horas y 30 minutos, ningún ser humano debería dejar de mirar al cielo, aunque siempre sea necesario hacerlo. Pero, esa noche, el planeta Marte será el cuerpo celeste, iluminado por el Sol, más brillante de cuantas estrellas, propiamente dichas, puedan divisarse en el firmamento. Se le verá tan grande como la Luna llena. Marte, estará a 55,75 millones de kilómetros de la Tierra, con lo que habrá dos "lunas" sobre el cielo. Será un espectáculo que no se debe perder la Humanidad viva en ese momento, y deberán tomarse fotografías, que puedan mostrarse después a los niños que, esa noche, aún no hayan alcanzado el uso de razón, o la capacidad de guardar el recuerdo en su memoria.

Según mi criterio personal, que ni soy astrónomo ni nada que pueda perecérsele, me parece conveniente hacerlo así, porque la próxima vez que este mismo acontecimiento vuelva a producirse, será en el año 2287. En lógica y más que probable certeza metafísica -la certeza metafísica nunca puede ser absoluta, sino tan sólo la certeza moral- ningún ser humano que, en ese momento del 27 de Agosto, esté vivo, podrá volver a ver tal fenómeno. Al menos con los ojos de la carne. Quizá, es el mayor privilegio coyuntural nunca ofrecido a los mortales de nuestra generación, desde hace 278 años -en el año 1731- mucho más interesante y espectacular, en mi opinión, que el tránsito del cometa Halley (el que caprichosamente trajo y se llevó a Mark Twain), o los eclipses de sol y de luna ya observados o por observar.

Compartan, pues, ustedes, compartid todos, amigos, esta noticia, hayáis tenido o no conocimiento previo de ella. Es un deber, creo yo, más que moral o de solidaridad humana, casi cósmico. Y sin casi. Feliz visión. Luis Madrigal.-


Arriba, sucesivamente en vertical, dos fotografías del planeta Marte. En la primera de ellas, puede advertírsele más rojo que en la segunda. En la tercera y última, Marte situado detrás de la Luna. Pero, esa noche, según tengo entendido, se verán más o menos del mismo tamaño y resplandor.