lunes, 8 de septiembre de 2008

DEGRADACIÓN DE "LOS POLÍTICOS"

Se ha dicho -y lo han dicho verdaderos grandes hombres- que cada pueblo tiene los políticos y los gobernantes que merece. Por mi parte, humildemente, cada vez estoy más convencido de que tal aserto constituye una rigurosa y exacta realidad. Y, si ustedes quieren que les diga, sinceramente, lo que de verdad considero al ratificar tal opinión, es que, al hacerlo, pienso de manera muy especial en España, y más aún que en los propios políticos, en el torpe, insensible y espeso electorado español. Y hay más, me refiero también justamente a los tiempos que corren, y no a cualesquiera otros de los pasados. No es posible, en orden a un verdadero "progreso" -entendiendo por tal el perfeccionamiento sistemático y coherente de las instituciones sociales, culturales y políticas, y con ello el bienestar y felicidad humanas- proseguir el camino hacia "la Ciudad terrena" en armonía y concordia, pero también en aceptable desarrollo y bienestar, con las degradadas especies y sub-especies de políticos "profesionales" que, desde hace ya décadas, invaden e infectan el área y ámbitos especificamente propios de tal noble actividad y función social. Porque, se ha dicho y repetido por "los periodistas" -esa otra especie que les va a la zaga en mediocridad y bajo coeficiente, intelectual y mental- que "los políticos merecen el mayor respeto, en lugar de la crítica por sistema, en virtud de su alto cometido".

Y efectivamente sería así, si, en primer lugar, la Política, la que Aristóteles escribía con mayúscula, fuese la sede propia de los mejores, los aristoi, dotados de la capacidad intelectual mínimamente necesaria y de los consiguientes saberes y, por otra parte, además, si quienes a ella se entregasen tuvieran en la mente y en el espíritu la idea y el carácter de bien mayor que el ser humano puede proseguir, similar al de una vocación sacerdotal. El bien del "todo", el general de la Ciudad, al que incluso la Ética -también con mayúscula- está subordinada, por perseguir esta última estrictamente el bien particular de cada individuo. Si "la política" fuese aristotélica, ya lo creo que ser político no resultaría axiológicamente inferior a ser médico o sacerdote, sino incluso muy superior. Y ello sucedió más o menos así, e indudablemente con sus correspondientes altibajos, nada menos que desde Aristóteles a Maquiavelo. Durante tan largo período (1.803 años, contando desde el nacimiento, o 1.879, desde la muerte respectivamente de uno y otro) la Política, muy en general, fué un bien intrínseco, en sí mismo, y en consecuencia la más noble actividad que cabe emprender por el ser humano, y siempre a cargo, habitualmente, de los mejores. Pero Maquiavelo, situó el centro de gravedad de la política -ya desde entonces con minúscula- en el poder, como simple y mero hecho, porque tan sólo el poder "puede" y, más aun que “poder”, aplasta a todos los que no lo tienen, por lo que sólo desde él, desde el hecho del poder es posible influir favorablemente en bien de la sociedad. Esto es verdad y, en teoría, podría resultar válido. Pero, cuando el poder recae en un malvado o en un perfecto imbécil de solemnidad, el deterioro y hasta la destrucción social están garantizados. La posibilidad de que se cumpla la primera de estas circunstancias, es muy escasa y, podríamos decir, que, en los tiempos modernos, tan sólo en contados casos ha sucedido (Stalin, Hitler, Mussolini y, hasta si alguien quiere… Franco, no vaya nadie a reventar de cólera). Sin embargo, que el poder se vaya a las manos de cualquier inútil, resulta ya mucho más frecuente, tanto colectiva como en particular individualmente. Y, puestos a elegir entre ambas calamitosas posibilidades, personalmente a mí me parece preferible la primera a la segunda. Todo -cualquier cosa- siempre mejor que un tonto, porque un canalla puede causar algún mal, o muchos y muy grandes, pero si posee algún talento, aunque sólo sea por su propia estima o vanidad, comunicará algunos o hasta grandes bienes, pero un estúpido, repleto ya a priori de mucho mayor engolamiento, ante la propia sorpresa por lo que le ha caído "milagrosamente" encima, sin explicación posible para nadie, ni siquiera para sí mismo, es seguro que tratando de hacer alguna gracia, te meterá el dedo en un ojo y te lo sacará.

Es posible que estas cosas tan tremendas y peligrosas hayan sucedido, o estén sucediendo ahora mismo, en muchas más latitudes del planeta, o si se quiere, alternativamente, en todas ellas, pero el caso actual de España es, no sólo irritante y sumamente peligroso, sino especialmente repugnante. Repugna a los propios sentidos corporales, no ya tan sólo a la razón. Tan abultada y desproporcionada dosis de mediocridad, incapacidad, inutilidad, vulgaridad, insolencia, grosería, mal gusto y, sobre todo, especial peligro de hundir un país, en mi estimación personal, jamás habían concurrido entre los "políticos" españoles, ni aún, por supuesto, durante aquellos catastróficos 14 años socialistas que, finalmente, estuvieron a punto de causar la ruina total. No es de extrañar, pues, que los periódicos libres e imparciales, comiencen ya a hablar de "España en números rojos", "deficit en el INEN" y acusado riesgo en la propia Caja de la Seguridad Social. Parece ser que no fue suficiente aquella situación de quiebra en la que se encontraba el sistema, cuando por fin en 1996, comenzaron a enderezarse las cosas. No lo digo yo. Lo dice la gente por doquier y lo publican los periódicos. El fenómeno, ya es viejo en cierto modo. Comienza justamente cuando se rebelan las masas y los peores, que son muchos más que los mejores, quieren a todo trance ocupar el lugar de éstos. El proceso, a su vez, se inicia dentro de los propios grupos políticos, casi siempre "a navajazos", con la concurrencia de toda clase de bajezas y felonías entre los de "la propia sangre", y es allí donde primero se produce el torpe desplazamiento en favor de la mediocridad. Después, entra en juego el sistema electoral, el modo de elegir a quienes han de gobernar y, entonces, el riesgo toma ya cuerpo de catátrofe. Entre los que elijen, a su vez, son muchos más, muchísimos más, los peores, los analfabetos, los desintruidos o de ínfimo nivel de instrucción mínima o elemental, que los rectamente instruidos, formados, cultos, responsables y conscientes de los efectos del "papelito" que depositan en las urnas. En consecuencia, los peores, que son más, eligen a los peores, que también son muchos más, aparte de quienes siempre, aunque pasen mil años, eligirán con las vísceras, saturadas de resquemor histórico y de odio. Y el resultado es este: El que ustedes mismos -los que piensan, en lugar de embestir- están contemplando en este asqueroso y arriesgado momento. Luis Madrigal.-



Arriba, una mujer, quizá figura máxima de la estupidez, incultura e ineptitud política, algo así como una vaca, o algún otro ser semoviente- aún más quizá de lo que al fondo puede observarse, junto a S.M. la Reina de España- con toda seguridad "promete" un extraño cargo, el de "Ministra" de Igualdad. Por supuesto, igualdad entre miembros y "miembras" o, como dijo en el propio Parlamento otro insolente harapiento intelectual, con el deliberado fin de "sostenella y no enmendalla", persistiendo y haciendo gala de su apocalíptico analbafetismo, Señorías y "Señoríos". ¡Qué asco!


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