UNA OCTAVA REAL, AL PONERSE EL SOL
Cuando, al caer la tarde, el sol declina
y su color de fuego el cielo inflama;
cuando mi corazón, con una espina
clavada en él, arde como una llama,
ya -alma más que sangre- a Ti camina...
En tierra, convertida en cielo, clama
y, en un sueño feliz, rebosa calma.
Señor: Con todo amor... con toda el alma.
Luis Madrigal
5 comentarios:
Si fuera Académica haría un análisis exacto de tu poema. Como no lo soy, me complazco en decir me encantó. Besos,
Aída
Mira hacia donde quieras y veras la presencia y la manifestación de Dios. Hierofanía.
Un abrazo amigo.
Es precioso,su lectura emociona y da paz.Que grande eres Luis.
Vivo en el norte habiendo nacido en el Sur.
Es difícil poder tener la oportunidad en estas tierras de ver una puesta de sol como la que describes, pero la identifico como parte demis recuerdos de infancia y adolescencia y recuerdo la emoción que me acompañaba cada vez, a pesar de ser un hecho cotidiano de la naturaleza.
Un milagro que ocurre cada día y que nos ayuda a encontrarnos con el espíritu que tods llevamos dentro.
Bello y profundo textos, muchas gracias.
Aída, no sé si eso lo explica o no la Teología, pero no en necesario ningún academicismo. Basta con contemplarlo y detener un segundo la mente.
MAN: Es verdad lo que dices, pero el principio o atributo divino de la ubicuidad, no es racionalmente bastabnte para explicar una puesta de sol.
Toñi: Por favor, yo que voy a ser "grande". Soy, de verdad, bastante pequeño, como casi todos los demás. Grande, lo que se dice grande, sólo hay Uno.
Ángeles: ¡Cuanto me alegro de que hayas vuelto por aquí! Tenemos que hablar, cambiar impresiones, y estoy persuadido de que algún día lo haremos. Yo nací en el Norte, pero en León sí que había este tipo de puestas de sol. Sí, es un milagro, como el de respirar a cada segundo. Muchas gracias por tu elogio, eres muy amable. Un cariñoso saludo.
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