Este humilde Blog siente la obligación moral de suspender, o hacer un breve paréntesis, en la serie de poemas que viene publicando para ofrecer a todos quienes a él se acercan un documento que acabo de recibir -tan sólo hace unos minutos- y que me envía un buen amigo, alguien que también suele asomarse de vez en cuando a estas páginas, según suele decirme. Cuando la mayoría de las Conferencias internacionales, dedicadas a la paz, a la no proliferación nuclear, al cuidado y conservación de la atmósfera y de la naturaleza, a la reducción de la miseria y el hambre en el mundo, suelen terminar en impotentes y decepcionantes fracasos, dos animales, un perrito y un delfín, son capaces de protagonizar las escenas que inmediatamte ardo en deseos de ofrecer. También interviene en ellas, un tiburón, signo del mal, de la voracidad, del egoísmo, la explotación y la crueldad hacia los más débiles y humildes.. Es un mero simil, pero trasladen ustedes la escena al ámbito humano y puede que adviertan una notable diferencia de comportamiento. Ya tenía yo algunas sospechas acerca de la posible existencia de algún grado de psiquismo en los animales, desde que hace años, en mi casa de campo, vi cómo una gatita, que había perdido sus cachorros al ser sepultados involuntariamente por una excavadora, se pasó, noche tras noche, durante más de una semana, rodeando y dando vueltas, mientras maullaba desgarradoramente, en torno al lugar en el que ella los estaba criando. Pero, tras lo que acabo de ver, estoy a punto de afirmar rotundamente que la sensibilidad, la ternura, el amor, es tal vez más propiedad propia de algunos animales que del hombre, esta fiera urbana, egoísta y malvada, respecto a la cual Thomas Hobbes se quedó corto, al compararlo con el lobo. Debió hacerlo con las serpientes más venenosas. Ellos, no, algunos en particular, como este perrito, como este noble delfín. Ya me he planteado yo también hasta que punto la mano del hombre, la técnica, ha podido influir en la filmación de estas escenas, pero aún así. Si es cierto que sólo el amor puede salvar al mundo de tantas catastrofes, y me parece indudable que así es, yo ya estoy a punto de no confiar en los hombres, sino en los perros y en los delfines. Ellos se entenderán perfectamente y, más que de los insectos, como se ha dicho, de ellos ha de ser el mundo. ¡Cuánta razón tenía también aquel pobrecillo de Asís! Luis Madrigal.-
En la fotografía de arriba, los perros de nuestra amiga y colega Mariana Mongeli, en Arrecifes (República Argentina), a los que tan sólo falta hablar y que estoy seguro son tan sensibles y amorosos como su dueña
1 comentario:
Me has emocionado Luis...es verdad...les falta hablar...pero sabes...suelen hacerlo con la mirada...y entiendo perfectamente.
Muy bueno tu relato hoy...gracias Luis.
Cariños de siempre.
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