lunes, 15 de agosto de 2011

ASSUMPTA EST



No murió. Es el único ser humano que se libró de la muerte. Fue subida. Subida desde la tierra hasta el cielo, donde se encuentra, a los pies de la Trinidad de Dios. La Madre del Hijo, no podía conocer la oscuridad y corrupción del sepulcro. El pueblo cristiano, lo sabía. España entera lo sabía. Lo sabía, muy especialmente, mi Ciudad natal de León, desde el siglo XIII, en que le dedicó su Catedral  -también ella parece salir disparada en cualquier momento hacia el cielo-  así como el nombre glorioso de una de sus campanas. Pero fue el gran Papa Pío XII, tan injustamente tratado por los enemigos de la Iglesia y de la Historia, quien así lo afirmó solemnemente y ex cáthedra, el día 1º de Noviembre de 1950, al proclamar el dogma de la Asunción de María, la Madre de Dios, la mujer de nuestra raza humana en la que se hizo carne el Salvador del mundo. Comprendo perfectamente que esto resultará imposible de aceptar por parte de los ateos. Si doy rienda suelta, no a mi imaginación, "la loca de la casa", sino a mi pobre y limitada razón, yo también sería ateo, en este punto y, tal vez en todos. Porque, si difícil resulta enteder la Asunción de María, más difícil aún resulta entender la Encarnación, en sus entrañas virginales, del principio y fin de la Historia, Cristo Jesús, el Redentor del hombre. Difícil, no. Imposible. Imposible para la razón humana. Por eso, comprendo perfectamente a los ateos y, más aún entiendo que lo sean. Pero estoy totalmente convencido de que, si son ateos, es por la única y exclusiva razón de que quieren serlo. Del mismo modo que también estoy convencido de que, quienes creemos, lo hacemos asimismo porque queremos. Porque queremos creer. Esta es la opción que se abre a todo hombre: Creer o no creer. Pero nadie puede demostrar nada, ni convencer a otro de lo contrario de lo que él mismo cree, porque desea creer. No es cosa de inteligencia. Todo y sólo es cuestión de voluntad. Yo, quiero creer. En esta inmensa sombra de la vida, tan corta sobre la tierra, apuesto por el ser, por la luz, por la Vida, que no pasa ni se acaba. No por la nada de la tiniebla eterna, por la muerte por siempre y para siempre. Y en esta voluntad mía, pobre y pequeña, me ilumina siempre y siempre va conmigo María, la Madre de Dios, mi propia Madre del Cielo. Ella pide e intercede por mí para que Dios me otorgue el misterioso regalo de la Fe. ¡Dios te salve, María! Amén. Luis Madrigal.-



Las Navas del Marqués (Ávila, España)
15 de Agosto de 2011

6 comentarios:

Pluma Roja dijo...

Hoy estamos de feriado en Guatemala, es el día de la Virgen de la Asunción patrona de Guatemala.

De seguro tú crees porque has escudriñado en la palabra, que es en dónde se esconden los misterios de la religión, al escudriñar entiendes y naturalmente crees.

Lindo post, gusto pasar por tu espacio.

Un fuerte abrazo,
hasta pronto Luis.

Mariana dijo...

" Dichosos los que creen sin ver..."
Me gusta lo que has escrito Luis.
Mis cariños de siempre.

Francisca Quintana Vega dijo...

yo creo en Dios, en Jesús y en su madre María.Y creo que son un manantial de fuerza para quien ve que ante sus ojos se secan otras fuentes.
Ese manantial nunca falla. Saludos.

Luis Madrigal Tascón dijo...

No sabía, querida Aída, que la Asunción fuese la Patrona de Guatemala. Me alegro de poder saberlo, por tu mediación. He de enteder que también ha de ser así en el Hermano Paraguay, que ha dado a su Capital el nombre de María en su más gloriosa acepción. Un beso, Aída. Creer, es muy importante y, fundamentalmente, pese a nuestra propia voluntad, una gracia de Dios. Él otorga esa gracia a quienes se la piden, pero estoy convencido de que también a quienes no se la piden. Me parece inimaginable un ateo pidiéndole a Dios que le conceda la Fe. Y sin embargo, así ha sucedido muchas veces. El primero en experimentarlo fue Pablo de Tarso. Un beso, Aída. Luis.-

Luis Madrigal Tascón dijo...

Efectivamente, Mariana. Al final de nuestro ciego racionalismo, todos hemos de terminar siempre diciendo lo mismo que aquel discípulo del Señor, tan desconfiado y seguro de sí mismo: "¡Señor mío y Dios mío...". Se dice de Don Manuel Azaña, el Presidente de la II República Española, aquel que un día dijo: "España, ha dejado de ser católica", que, en el momento de su muerte, alguien le ofreció un Crucifijo y, Don Manuel, tras bersarlo, tan sólo exclamó: "¡Misericordia, Señor! Un beso, Mariana. Luis.-

Luis Madrigal Tascón dijo...

Querida Francis: Tienes que aprovechar, hasta la última gota, ese Manantial. Pero te resultará, más que difícil, sencillamente imposible, porque "la última gota" es el infinito. Ninguna otra fuente podrá calmar tu sed, ni a su vez podrá dejarte sedienta... aunque se seque. Mi más cordial saludo. Luis Madrigal.-