I
PADRE NUESTRO
Hijos tuyos somos, sí,
pues contigo es el Unigénito…
Mas, ¿somos en verdad del hombre
hermanos
en el Hombre que vio clavar sus
manos
para ser de todos Primogénito?
Hermano yo...
¿De aquel malvado que me robó la
fama,
el prestigio, la honra o el
dinero?
¿De aquel que me maldice y me
persigue
y que todas ha de pagarme
juntas?
¿Hermano yo, de aquella mujer
zafia,
sucia, torpe, soez y desdentada?
¿De aquel borrachín del bar de
enfrente
que ahoga en el alcohol sus
resquemores?
Del vecino que nunca me saluda
y llena la escalera de colillas?
¿Hermano yo, de aquel analfabeto
que suma con los dedos y no sabe
Que Niels Borj era de
Copenhague?
¿Hermano yo, del que es de otro
partido
y le vota, siempre que hay
elecciones?
¿Hermano yo del que es de
aquella raza,
de aquella religión o de otra
tierra,
de otro pueblo o de otro equipo
de fútbol?
¿Hermano yo del pobre en su
pobreza,
del delincuente, que ha de
sufrir cárcel;
del enfermo que gime, y que me
asusta;
del sediento, que no tiene agua
fresca;
del habriento, que busca en la
basura,
quizá un trozo de pan, entre la
sombra...
Descuideros, travestis y
mecheras,
prostitutas, ladrones y tahures,
los drogadictos y el que tiene
el SIDA?...
Señor: ¿Son esos, -¡todos!- mis
hermanos?
No puede ser, mi Dios, no estoy
dispuesto.
Tú, no serás nunca Padre nuestro,
sino tan solo siempre Padre mío...
Tan sólo mío, mío... Sólo mío.
Si acaso de mis hijos, mis
sobrinos,
mi mujer y mi tía, el Boticario,
aquel señor tan culto y el
Notario,
el Profesor de Ciencias, el
Médico
y el nuevo Coadjutor, ¡que ese
es un santo!...
Y pare usted de contar. Mas te
digo,
porque así es la receta: “Padre nuestro”.
Te lo digo en Domingo y a las
doce,
minutos antes del aperitivo.
Lo dibujo en mis labios, no en
mi mente;
te lo digo entre dientes, y al
sonido
de oscuro y monocorde bisbiseo.
Después, quédate Tú... ¡con esa gente!
Luis Madrigal
2 comentarios:
Me parece buenísimo y absolutamente genial este poema, en fondo y forma, amigo Luis.
Con tu talento y tu buen hacer literario has dado con el punto en la llaga de la hipocresía y el fariseísmo que nos anega.
Magnífico, mi más sincera y sentida felicitación por este magnífico trabajo, sobre todo porque, sé que tú eres católico igual que lo soy yo, pero... ¿de verdad padre NUESTRO?
Besos. María
¡Pues no sé qué decirle, señor Madrigal!...el poema es una belleza y además, dice lo que muchos piensan. Que debiera o no ser así, es otro cantar, pero que lo pensamos mucho...¡vaya que sí!. Mi cordial saludo.
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