O VIS AETERNITATIS
Publicaba yo, ayer mismo, un humilde
soneto en honor del buen amigo que acababa de morir y que ya ahora, un día más
tarde, seguramente será ceniza. Tengo la impresión de que, pese a ello, y pese
a lo que él mismo podría figurarse, se habrá encontrado también ya, cara a
cara, con el Autor de la vida, que es la comprensión y la justicia absoluta, y
por ello le habrá tomado amorosamente de la mano. Esta esperanza no se puede
perder nunca, aunque nuestros meros instintos, más aún que la razón, quieran
distraernos y atemorizarnos ante el episodio de la muerte, que indudablemente
es un doloroso y a veces parece que
irresistible trance.
En cierto modo, es muy comprensible que
nuestro dolor y nuestra grave inquietud ante lo totalmente desconocido, nos
inunden de temor y de angustia. No he hecho más que salir, este mediodía, a la calle y me encuentro
con otro par de idénticas noticias. Personas queridas que ya se han ido también
muy recientemente. Es un rosario inacabable. Nadie pervive eternamente dentro
de su estructura corporal y sensitiva presente. Pero, estoy convencido -como otros lo están de lo contrario- de que el ser humano, todo ser humano, es una
unidad fisio-psico-espiritual, y que esta última dimensión no está al alcance
de ningún conocimiento, ni siquiera del conocimiento científico, para el cual
sólo es verdad lo que se demuestra y nada que no pueda demostrarse puede ser
verdad. Demasiado simple y cartesiano. ¿Quién podría, a su vez, “demostrar” que
tan sólo lo que se demuestra puede ser verdad? ¿Acaso no hay más verdades que
las demostrables y demostradas? ¿No puede haber verdades imposibles de
demostrar? Deseo por ello fervientemente que la Verdad suprema del hombre sea
absolutamente indemostrable, porque, de serlo, ya no podría ser verdad. Y por
ello, la gran virtud de todas las virtudes, más si cabe aún que el amor y que
la misma fe, es la esperanza. Sin esperanza no es posible vivir. Ni la vida
temporal puede ofrecer ningún bien más absoluto, exento radicalmente de todo
mal, que el de persistir más allá de la muerte, transcendido el tiempo, con la
fuerza imparable de la eternidad.
Al regresar a mi casa, de nuevo
agredido y golpeado, recordé que hace ya tiempo me regalaron un CD de música
gregoriana de verdadero contenido fortalecedor. La música fue compuesta en el
siglo XII por una de las mujeres más influyentes de la Baja Edad Medida.
Científicos del siglo XXI, por favor, no se rían. Pero un hombre tampoco
demasiado ignorante, como lo soy yo, el Papa Benedicto XVI, muy recientemente,
el día 7 de Octubre del año 2012, otorgó a esta mujer, figura asimismo
descollante del monacato femenino, como lo fuera Teresa de Ávila, el título de
Doctora de la Iglesia. Santa, ya había sido declarada. Su nombre en castellano,
no es nada eufónico, Santa Hildergarda de Bingen (en alemán disimula bastante,
Hildergard von Bingen) llamada la sibila
del Rin, la profetisa teutónica, que, dentro de su tiempo, acumuló una inmensa
cultura. No solo fue mística, sino también médico, escritora y compositora musical.
En el año 2009, el Esemble für frühe
musik Augsburg, produjo ese CD al que me refería y que yo recordaba haber
escuchado no hace mucho. Lo recordaba, sobre todo por el texto en latín del
Responsorium “O vis aeternitatis” que
la religiosa alemana compuso hace nueve siglos. No es necesario traducirlo,
porque puede entenderse perfectamente:
O vis aeternitatis, quae omnia
ordinasti in corde tuo, per Verbum tuum omnia creata sunt, sicut voluisti, et
ipsum Verbum tuum induit carnem in formatione illa, quae educta est de Adam, et
sic indumenta ipsius a maximo dolore abstersa sunt.
O quam magna est benignitas Salvatoris, qui
omnia liberavit per incarnationem suam, quam Divinitas exspiravit sine vinculo
peccati.
Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto.
Et
sic indumenta ipsius a maximo dolore abstersa sunt.
Leí este texto con calma e
inmediatamente volví a escuchar el Responsorium.
Después, pude obtener una copia del mismo, insertable en este humilde Blog, que
deseo de todo corazón ofrecer a cuantos hoy puedan sufrir ante la muerte de
algún ser querido.
Luis Madrigal
1 comentario:
Excelente entrada, excelente texto el tuyo y, excelente el responsorium.
Quedo fascinada porque, además, muy recientemente se nos han ido, casi a la par, dos íntimos amigos (casi hermanos) nuestros. leer y escuchar esto me sirve de máximo consuelo.
Gracias y besos.
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