¿POR QUÉ TANTO RUIDO?
La
irrupción de Dios en la
Historia es una cuestión nada superficial, que pueda
resolverse con una agradable cena familiar. Esto, desde luego, está muy bien y
ya es en sí mismo un signo de fraternidad, casi divino, o tal vez tan sólo
posible merced a la intervención del mismo Dios. Pero, para esto, para reunirse
las personas ligadas por vínculos de sangre o de afecto y fraternidad o mera
simpatía, me parece a mí que no es necesario en absoluto organizar todo este
inmenso follón, como diría el mismo Don Quijote. Esta monumental dispersión de
energía eléctrica, de colorido, de costumbrismos vacíos, de vanas salutaciones
y deseos… De derroche de alimentos, convertidos en manjares, mientras al menos
la tercera parte del mundo, según se dice, se va muriendo de hambre año tras
año. Otro año más y el mismo “sermón”, la misma reflexión inútil, convertida ya
en trágica utopía. El mundo es así. Parece no haber remedio a que así lo sea.
He
comenzado pensando en la irrupción de Dios entre los hombres y, hay que admitir
que no todos ellos puedan considerar esta posibilidad y prefieran quedarse a la
carta de la casualidad, de que todo esto que llamamos el cosmos geobotánico, los
planetas, las galaxias, las miles de ellas, según dicen también; la circulación
de la sangre en el mesenterio de una rana
-como observó Cajal, al microscopio, siendo aún estudiante en la Facultad de Zaragoza- y sobre todo el orden cósmico de todo cuanto
existe y culmina en esa maravilla, tan egoísta y malvada como es el hombre. Que
todo eso, surgiese de la nada, por casualidad, o por alguna fuerza estricta e
intrínsecamente material que se produjo a sí misma. Hay que admitir y tolerar
con sumo respeto a cuantos piensen que esto pudo ser así. Pero, para todos
aquellos a quienes esto no nos parece posible y hemos decidido libremente creer
en una esencia inmaterial e invisible, infinita y eterna, no puede tener ningún
sentido el aborregamiento multitudinario de botella de anís y pandereta, por
referirme al más inocente e inocuo de los disparates que pueden contemplarse.
Al menos, tendríamos que preguntarnos por qué, cual es la razón de que hoy, en esta
Noche, se haga lo que todo el mundo hace. O casi todo. Los que no creen en Dios, tambiém. ¡Que irracionales son
las masas! Como aquellos borregos de Pamurgo, que se iban lanzando todos al
mar, uno a uno, porque se había arrojado a él, a la sima marina, el primero de
la fila.
Nosotros,
los que buscamos esa explicación, sin poder demostrar nada y mucho menos aún
sin pretender ser mejores que nadie, hemos de acomodarnos dulcemente en esa
alegría humana, que dicen sentir tantas gentes, porque hay una razón esencial
para ello. La razón es muy sencilla. En una Noche como la de hoy, hace más de dos mil
años, y en un rústico cobertizo, entre un buey y una mula, nació un Niño que
venía a ser la Luz
del mundo. Venid a adorarle.
Luis
Madrigal
3 comentarios:
Te deseo felices fiestas
de Navidad y Año Nuevo,
pues con cariño de veras
en mi corazón te llevo.
Un abrazo.
Paz y amor dicen por decir algunos.
Pero los puros de corazón es lo que realmente entregan.
Abrazos, Luis.
Muchas gracias a los dos, Alicia y Rafa. Yo también os deseo la misma alegría verdadera de la Navidad. Un fuerte abrazo. Luis Madrigal.-
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